26 de julio de 2012

Hasta aquí

Lo cual no significa ni mucho menos que vaya abandonar este blog, sino todo lo contrario. En la anterior entrada ya expliqué qué ocurre, y durante las largas horas que suponen conducir 1300km en dos días he podido pensar y reflexionar sobre algunos aspectos pendientes de mi vida.

Entre otros, este blog. Mismamente.

Voy a darle una vuelta de tuerca, quizá cambiar el formato de introducción de entradas (sin perder el espíritu, claro), y alguna cosa más, pero esto necesita algo de vida. De paso así puedo ir practicando para el próximo proyecto que muy probablemente se ponga en marcha a partir de septiembre. Seguiré informando.

29 de junio de 2012

Japi

Supongo que a estas alturas de la vida de este blog es algo absurdo plantearse cierto tipo de cuestiones, como los motivos por los que lo tengo casi abandonado desde hace unos meses. Por un lado, sólo es una obligación autoimpuesta, como suelen ser estas cosas. Escribo porque quiero, porque me apetece, porque tengo algo que decir, pero, sobre todo, porque tengo ganas.

Y es cierto que no he tenido ganas, aunque sí motivos. También es cierto que mi ánimo no ha sido el mejor de los últimos años. Es lo que tiene apostar fuerte, perder y tener que asumir la pérdida: resulta ser más difícil de lo que parece.

Pero no creo que hordas de lectores asiduos reclamen la vuelta a mis estupideces habituales. Así que ya volverán las épocas de las risas

Hoy es un día especial por varios motivos. En estos instantes estoy en Granada con unos hamijos celebrando mi cumpleaños. La última vez que lo celebré fue en 2005, así que ya me merecía algo similar. Lo que tienen estos días... Es que no tienen nada. Un año más, una cifra distinta, un año menos que disfrutaré.

A veces he jugado a quitarme edad. Hasta los 25 aparenté más edad de la que tenía, lo cual me vino muy bien durante la adolescencia para entrar en las discotecas. A partir de ahí empecé a estancarme, con envejecimientos repentinos cada cierto tiempo, pero sin superar nunca el límite de la edad real.

Hace un tiempo me echaron cuarenta, aunque la infausta víctima de mi decepción recibió la peor de mis caras fulminadoras, con lo que me pidió disculpas enseguida. Más bien creo que su deseo era que tuviera cuarenta, para no sentirse tan vieja, supongo, o quizá tan culpable, porque enseguida me echó lo habitual, unos años menos de los que tengo realmente. Tengo que hacer la prueba de exagerar, quitarme cinco años o así, para ver cuál es la reacción.

En cualquier caso, hay una rutina que cumplo desde hace unos años. Nunca falta mi sesión de Simpathy for the devil por mi cumpleaños y el cabreo generalizado previo al mismo. Usé esta rutina hace unos meses, la noche que dejé de fumar, así que no sé si este año el hechizo de Sus Satánicas Majestades se realizará.

Bueno, y que no falte tampoco la tradicional felicitación generalizada el día antes o después. Aunque siempre lo agradezco: para dos o tres personas como mucho que se acuerdan de mi cumpleaños sin mirarlo en FaceBook (gracias mamá) sólo faltaría que se lo reprochara.

Es lo que tiene cumplir años en tan mala fecha, que siempre viene mal. Y lo mismo te pilla fuera y ni te enteras.

Lo bueno de estos días es que me permiten ejercer una de las muchas manías que me caracterizan: saber dónde, cómo y por qué estaba tal día. Y con los cumpleaños es perfecto recordarlo. Por ejemplo, sé que en 1988 estaba en Irlanda. En 1991 estaba en Lakeland, Inglaterra. Desde 1992 hasta que terminé la carrera, estudiando como una mona (esos años sí los tengo difusos). En 2003 corrí aterrorizado por la presencia de una salamanquesa que tenía más miedo que yo, en 2005 hice una entrevista de trabajo. En 2006 estaba en Granada, en 2007 en Estocolmo, en 2008 escuchando los gritos en la calle porque no sé qué selección ganó no sé qué eurocopa, en 2009 tomando mojitos en la playa, en 2011 fui al cine con mis sobrinos...

Este año he decidido hacer un punto y aparte: me lo voy a tomar con calma, celebrándolo con buena gente y con el máximo de risas posibles, basta ya de tanta amargura. Me alegro de estar menos perdido que el año pasado, de haberme aclarado con problemas que ya huelen a rancio y a tomar decisiones y llevarlas a cabo.

Es inevitable que haga balance cada seis meses, con el comienzo del año y con el comienzo de MI nuevo año. Quizá la visión positiva sea por darme cuenta que hay personas que cambian tu vida sin ser necesariamente ni amigos, ni compañeros, ni amantes, simplemente están ahí, y esa sea la visión que ha cambiado en sólo seis meses. Personas que pasan por tu vida como un catalizador, que revuelven tu interior, tu hipotético sentido común, que te obligan a tomar las riendas de tu propio destino, quizá, sólo quizá, con la vana esperanza de que algún día te consideren lo suficientemente dignos como para formar realmente parte de su vida, aunque luego no quede ni rastro en ella. Sólo son esperanzas estúpidas.

No es cuestión de ser prácticos y abandonar antes de que los daños sean mayores, sino de saber cuándo hay que retirarse, aceptar apartarte con la satisfacción de saber que has hecho lo humanamente posible (y un poquito más), antes de crear una frustración permanente. Ya me ha pasado antes.

Situémonos hace quince años. Veamos, me encontraba trabajando de becario en la universidad en la que cobraba cuarenta mil pesetas, hacía jornadas de 6 - 10 horas y formaba parte del equipo que mantenía la informática de la máquina burocrática universitaria (o sea, alimentando al monstruo). Había aprendido todos los secretos de esa nueva forma de vivir que era internet, era pionero en el uso del correo electrónico, protocolos IP e instalaba redes en pequeñas empresas para que compartieran su conexión para que los usuarios perdieran un poquito más el tiempo. Faltaba poco para que terminara una carrera en la que ya había dejado de creer, buscándome la vida con la informática, me rechinaban los aires y humos que mantenía el profesorado, cuando llevaba ya bastante tiempo descreyendo de lo que nos enseñaban, o hacían que nos enseñaban, que había de todo.



"Dentro de diez años, estaré empleado en una gran empresa, llevaré traje y corbata, conduciré un monovolumen 50 kilómetros desde el trabajo para llegar a una casa en la que me esperará mujer, niño y puede que perro, y por las noches tendré que meterme un par de lingotazos para conciliar el sueño por darle vueltas a cómo he sido tan idiota de meterme en este lío hipotecando mi vida con lo que se espera de mí"


La verdad es que llevo traje o corbata cuando me da la gana, conduzco mi batmovil, vivo donde quiero y no le rindo cuentas a nadie, en la universidad estudio lo que debería haber estudiado desde un principio (reboot laboral, y van tres) y me meto en los líos que me interesan. Eso, y que los lingotazos a veces vienen acompañados de compañías sanas, casi siempre. Es lo que tiene ser un idiota que no hace lo que se espera de él.


La verdad, creo que estoy mejor ahora. Mejor de lo que he estado nunca, aunque tenga más canas de las que debería.

Hoy toca escuchar a los Rolling, que Sus Satánicas Majestades iluminen este día, que será igual que cualquier otro. La diferencia es que hoy los sueños tienen más fuerza que nunca ya que sé que se pueden cumplir.

18 de junio de 2012

Esa clase de magia

De la película "Beautiful girls"


- ¿Recuerdas cómo es al principio, cuando te enamoras por primera vez? ¿Cuando no puedes comer, ni puedes dormir? ¿Cuando recibir una llamada de ella sirve para alegrarte el día como si hubieras visto una estrella fugaz?
- Es lo mejor.
- Sí, pero inevitablemente desaparece. La cosa se calma. Bien, ese es mi punto de vista, ¿sabes? ¿Por qué casarse ahora? ¿Por qué no disfrutar de dos o tres noches más, como las del principio, antes de que llegue el gran apagón?
- ¿El gran apagón? Es un modo horrible de decirlo.
- Ella llega mañana.
- Es obvio.
- Y eso no me hace sentir nada. Sólo una sensación de ambivalencia sobrecogedora. Pero antes preferiría odiar su llegada que sentir que no me importa una mierda. Te miro y pienso que es asombroso que allí fuera haya un tipo que hace toda clase de cosas contigo, que consigue hacerte feliz y pasar todas las noches contigo.
- Y prepararme martinis escuchando a Van Morrison.
- Oler tu piel.
- Después de un día en la playa.
- Sí, y leer los periódicos.
- Una mañana de domingo.
- Una mañana de domingo lluviosa y cubrir tu vientre de pequeños besos y... Lo siento.
- La cuestión es... que hay otro tipo ahí fuera que piensa lo mismo, con respecto a Tracey. Y está celoso de tí, porque tú vas a hacer esas cosas con ella.
- Déjame hacerte una pregunta, ¿puedes pensar en otra cosa mejor que hacer el amor con un atractivo desconocido en un lago helado con sólo una lámpara de aceite para iluminarte? ¿puedes pensar en algo mejor?
- En volver a Chicago, en martinis con hielo, en Van Morrison...
- Y en los periódicos del domingo.
- Tengo que irme, Willy.
- Eh... ¿Por qué presiento que no volveré a verte?
- Volverás a verme, Willy

...Y es que escuchar a Van Morrison mientras preparas un martini para ella, que te está esperando afuera tomando el sol, siempre es un placer

20 de marzo de 2012

Don Draper vs. Giuseppe Verdi

Como ya dije en su día, creo que la música popular llegó hace mucho a un momento de inmovilismo del que veo complicado que salga. La moda de los mash up puede que aporten algo de aire fresco, pero no deja de ser flor de un día. Una flor que no pasa de la anécdota graciosa. De hecho, los mix ya eran bastante comunes en los 80 (y bastante pesados), la diferencia es que ahora es más sencillo pergeñarlos con la edición no lineal de audio. Aunque no deja de tener su mérito descubrir melodías comunes entre temas muy distintos.

En estas estamos, cuando el otro día estoy casualmente escuchando una ópera de Verdi, y me encuentro con esto. Atentos al 1:17 y al 3:20



Me suena, me suena mucho. No son más de 8 segundos, pero es una melodía descendente que reconozco inmediatamente.



Vaya, el mítico Don Draper, que ya tiene su propio pedestal en el imaginario colectivo, debe haber encendido un cigarro, paladeado un sorbo de whisky y soltado algún improperio machista o xenófobo contra los músicos italianos.



Por mucho que he buscado, no he encontrado ninguna referencia a la ópera “Il Trovatore” con la melodía de la cabecera de Mad Men. Como mucho, un apunte a su compositor, el diskjockey RJD2, afincado en Philadelphia, de cuyo tema “A beautiful mine” se ha extraído la melodía de apertura de la serie.



¿Casualidad? Seguramente, pero no deja de ser significativa una conexión tan directa entre ambas. ¿Se han terminado las melodías?

Ya que estamos, aprovecho para sugerir algunas parodias de la cabecera de Mad Men, algunas impagables, como la de Los Simpsons, la de South Park, la versión en 16 bits de Megaman o, la más marciana, la de los osos polares.

7 de marzo de 2012

Donde habita la esperanza

Extractos de "Alianza (Sonata)", el "Poema 20", la "Canción desesperada" y del Soneto XLVIII, de Pablo Neruda. Todas las imágenes extraídas del blog "From me to you" de Jamie Beck.

Discúlpame, no tengo ganas de dar explicaciones. No preguntes y dale al play



Noches con ejes claros,
partida, material, únicamente
voz, únicamente
desnuda cada día
Fuego

Sobre tus pechos de corriente inmóvil,
sobre tus piernas de dureza y agua,
sobre la permanencia y el orgullo
de tu pelo desnudo,
Agua

quiero estar, amor mío, ya tiradas las lágrimas
al ronco cesto donde se acumulan,
quiero estar, amor mío solo con una sílaba
de plata destrozada, solo con una punta
de tu pecho de nieve
Pareja

Por eso eres sin fin, recógeme como si fueras
toda solemnidad, toda nocturna
como una zona, hasta que te confundas
con las líneas del tiempo.
Mar

Avanza en la dulzura,
ven a mi lado hasta que las digitales
hojas de los violines
hayan callado, hasta que los musgos
arraiguen en el trueno, hasta que del latido
de mano y mano bajen las raíces.
Llave

Era la negra, negra soledad de las islas,
Y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.
Mala

¡Ah, mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
El más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.


Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Noche

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Cafe

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Otoño

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Adios

Dos amantes dichosos hacen un solo pan,
una sola gota de luna en la hierba,
dejan andando dos sombras que se reúnen,
dejan un solo sol vacío en una cama.
Pareja 2

De todas las verdades escogieron el día:
no se ataron con hilos sino con un aroma,
y no despedazaron la paz ni las palabras.
La dicha es una torre transparente.
Colgante

El aire, el vino van con los dos amantes,
la noche les regala sus pétalos dichosos,
tienen derecho a todos los claveles.
Vino

Dos amantes dichosos no tienen fin ni muerte,
nacen y mueren muchas veces mientras viven,
tienen la eternidad de la naturaleza.

Baile

29 de febrero de 2012

Nacionalismo bizarro

No puedo evitar escribir una entrada a vuelapluma un 29 de febrero, el “ante diem bis sextum kalendas martias”, ya que es un acontecimiento regulado cada 4 años, pero no por ello menos excepcional. Para excepcional, el 29 de febrero de 2000, acontecimiento que sólo se repite cada 400 años, y día en el que vi por primera vez "American beauty" (gratis, por cierto). Quizá es por eso que cada vez que pienso en algo "excepcional" mi cabeza lo asocia al 29 de febrero y a esa película.



Pero, quizá por donde vivo y de donde me siento, la fecha que precede al 29 sea más conocida, el 28 de febrero, día de Andalucía. Me gusta que se celebren este tipo de fiestas, pero no me agrada que se politicen, añadiendo además tintes de odios viscerales frente a otras regiones. Tan absurdo es reclamar como propio un pasado épico sin apenas relación genética, con civilizaciones tartésicas, fenicias, griegas, árabes, etc, por parte de los habitantes actuales de Andalucía, como pretender realizar agravios comparativos respecto a los emigrantes a otras regiones. Todo el mundo sabe que adalides de, por ejemplo, Cataluña, descienden de andaluces: Serrat, Buenafuente, Carme Chacón, etc. E iguamente, personajes internacionales como Jean Reno, John Galiano, Albert Hammond o Rita Hayworth descienden de andaluces.



Es más, según el mapa de mi (a veces) amiga Mar, a Andalucía le corresponde el lugar del desértico Dorne de 'Juego de Tronos', lugar de príncipes conquistados, malogrados para anexionarse al imperio.
Recuperando el significado original de 'bizarro', creo que es bueno sentirse orgulloso de tu propia tierra, donde te has criado, donde has vivido y compartido. Pero veo más importante reivindicar el lugar donde te sientes a gusto, donde creces personalmente, donde te encuentras feliz, lugar que no tiene por qué ser el mismo que donde naciste. Me parece tan elitista e ignorante juzgarte por tu lugar de nacimiento como por tu color, raza o forma de hablar.
Las redes sociales en Andalucía
Nos encantan las etiquetas, y si es para reírnos de nuestros vecinos más aún. Catalanes tacaños, aragoneses cabezotas, vascos brutos, Madrileños chulos, gallegos pasivos, andaluces vagos... Gilipolleces típicas de la clase de ignorancia que se cura viajando, evitando coger la parte por el todo. Hay de todo en todas partes.

En cualquier caso, como dice Loquillo, todas las banderas son para quemar, todas realizan una separación, un "nosotros y vosotros" irreal y absurdo. Seamos inteligentes, hamijos, y rechacemos separaciones absurdas entre nosotros.

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.

Miguel Hernández - Vientos del pueblo me llevan

14 de febrero de 2012

Dios los cría

El 14 de febrero está reconocido mundialmente como el día de los enamorados. Un día en el que se supone que le tienes que demostrar el amor a tu pareja (o no) de alguna forma simbólica (o no).



La historia de San Valentín es de casi todos conocida. En la Wikipedia podeis encontrar el mito de este santo que vivió en el siglo III y que, según la leyenda más popular, casaba soldados que lo tenían prohibido a escondidas del imperio romano, y, tras muchas vicisitudes, murió por ello entre terribles sufrimientos a manos del emperador Claudio II por la ola anticristiana tan de moda por aquél entonces.



El caso es que la festividad de San Valentín, basada en mito o realidad, hoy en día es una de las muchas fiestas importadas del otro lado del Atlántico, en el que en los institutos, según nos cuentan las series norteamericanas, se coleccionan postales y la popularidad de los pobres chavales se basa en el número recibido de ellas. Para estos casos, recomiendo la festividad del 12 de julio (o el 18 de diciembre, según países)



Ya hablé de esto hace tiempo, y me sigue pareciendo insuficiente. Sesudos estudios psicológicos avalan definiciones del amor, datos empíricos solucionan las condiciones necesarias para encontrar el amor verdadero (no confundir con el definitivo). Hasta los matemáticos tienen una recta polar y una ecuación para ello.

La curva generada por la ecuación polar ρ=a(1+cos θ)



La recta equivalente a la ecuación (x²+y²-1)³ = x²y³  

En mi opinión, y aunque suene a tópico, se ha de enamorar a tu pareja cada día. Normalmente me tachan de moñas por decir cosas como estas en voz alta, probablemente con razón, pero no veo qué tiene de malo reconocer que el amor es un edificio se construye día a día, que debe tener cimientos bien afianzados. Quizá las desilusiones propias de no ser correspondido deberían conseguir que tirara la toalla y gritara “¡Abajo el amor!”, o que hiciera caso a mi abuelita con aquello que me decía cuando era pequeño, “El amor es una mierda”.


Simples detalles sin importancia. Sigamos con los tópicos. Si hay que celebrar San Valentín, que se celebre todo el año. Si hay que regalar algo que simbolice lo que se siente por otra persona, no soy de los de regalar en una fecha señalada, ni mucho menos algo caro.

Prefiero regalar tiempo, consejos, abrazos, atención, caricias, conversación, interés, besos, cariño, comprensión… O sonrisas, anocheceres, una canción, un cigarro compartido (o un canuto, quien fume), echar una mano, ver una peli, hacer unas risas, compartir una alegría… O, si nos ponemos materiales, un libro que me ha gustado, una flor especial, un poco de chocolate, una cena casera, cambiar una bombilla o incluso ponerle pilas al mando.


Hasta podemos mezclar todos los anteriores, aplicarlo diariamente y entonces, sólo entonces, sabríamos lo que es vivir un San Valentín diario, aplicarlo incluso si no te sientes correspondido. Porque, al final, la correspondencia es lo de menos, lo importante es lo que uno sienta y lo que te salga espontáneamente sin miedo a las consecuencias. Decía Gregorio Marañón: “El enamoramiento es un estado de imbecilidad transitoria. El amor es superar ese estado juntos


Cuando tenía 18 años y era un anciano de 70 que lo sabía todo, escuchaba música clásica y veía ciclos de Truffaut y nouvelle vage, San Valentín me parecía la fiesta del cinismo. Ahora que tengo el doble, soy un adolescente que cada día sabe menos de nada, escucha a OK GO! y disfruta como un enano con Guy Ritchie, me lo sigue pareciendo. Hay cosas, como caramelizar lo que ya es dulce, que realmente no son necesarias.

Así que no me hagáis mucho caso si digo que le den a San Valentín y a su día del amor, que el amor no es estar enamorado, que estar enamorado no es hacer regalos chorras, que regalar no hace que te quieran más, que te quieran es un acto de voluntad, que amar a quien te ama es el sentido de todo esto, lo que nos diferencia de las amebas, y que decir “te quiero” son sólo palabras, fáciles de decir, difíciles de hacer creer.


En algún remoto lugar de internet, alguien sonreirá y vomitará un arcoíris. Al fin y al cabo, 14-02-12=0

Lo siento por ti :)

27 de enero de 2012

...Y los sueños, sueños son. O no

Llevo un tiempo dándole vueltas a ciertos temas a los que no había prestado atención nunca. “Nunca” es relativo; claro que les había prestado atención, pero no durante demasiado tiempo, sabiendo que el DZ del futuro sabría arreglárselas.

Pero el DZ del futuro se acerca peligrosamente a esta línea temporal, así que voy a darle una oportunidad. Hasta ahora, no había tenido ocasión de hacerlo, no se había dado la situación adecuada, o, en realidad, nunca me habían preocupado. El caso es que las circunstancias de los últimos meses me han hecho plantearme muchas cosas relativas a mi vida.

Esta no va a ser una entrada divertida ni aleccionadora, sino personal e intransferible. No voy a hablar de frikadas, música, cine, o voy a emplear muchas palabras vacías para contar algún chiste estúpido al final. Te lo advierto de antemano, por si tienes afán de crítica, aunque sea constructiva, para que dejes de leer en este momento.

Tampoco quiero aburrirte con mis historias. Aunque viendo el número de lecturas mensuales de este blog, me daré por satisfecho si se pasa de largo ante estas reflexiones.

También te advierto que voy a hablar de mis amigos, siempre con admiración: son el reflejo en el que me miro de vez en cuando para comprobar si voy bien en el desarrollo de mi vida. Algunos están casados y con hijos, otros siguen solteros, de otros hace mucho que no sé nada y, por último, está el grupo de impresentables que son mi debilidad, adorables canallas que siguen sin saber qué hacer con su vida y siguen huyendo hacia delante, riéndose de sí mismos.


¿Sigues aquí? Pues a lo que vamos. Tengo treinta y tantos años. Si me muero mañana dejaré un MAC, un par de guitarras, una tonelada de libros, unas cuantas figuritas frikis y dos blogs que no lee nadie (sí, este es un de ellos). Ese es mi legado, y no creo que ninguno de mis supuestos herederos se pelee por él.

Tengo amigos con los que he compartido parte de mi infancia, gran parte de mi adolescencia, y una pequeña parte de mi madurez. Amigos que se enorgullecen de conocerme, aunque lo hagan como quien ha ido a Nueva York y se ha hecho una foto en las Torres Gemelas. Puedes darte todos los golpes en el pecho que quieras reivindicando tu conocimiento del monumento, pero en realidad, sólo tienes un vago recuerdo y una foto que lo demuestra. De lo que había ya no queda nada, suponiendo que alguna vez llegaras a conocer lo que pasaba por dentro.


Pero son mis amigos, y doy gracias por tenerlos a ellos y no a otros. A ellos se supone que les va mucho mejor que a mí: hace muchos años decidieron que ya eran adultos y debían comportarse como tales.

Recuerdo una tradicional cena navideña en la que aparecí, como era tradicional, con unas cuantas tradicionales botellas de vino para beberlas tradicionalmente después de la cena, como marcaba la tradición. Después de unas cuantas horas soportando miradas despectivas de sus novias de entonces, asistiendo a conversaciones sobre trabajo, coches e inversiones de ellos, y el color del sofá, las cortinas o la cocina de ellas, juré que sería la última. Habían pasado a otro nivel, uno al que a mí aún me faltaba mucho por llegar. Aquella gélida noche volví a mi casa triste, con las botellas sin abrir (bueno, una sí que la abrí, pero fue después, solo, y además es un detalle sin importancia) y la seguridad de que no volvería a una reunión como esa jamás mientras no me sintiera agusto.

Hoy en día, son los orgullosos poseedores de esposa, retoños, hipoteca, un trabajo que cuelga de un hilo, en el mejor de los casos, arrugas incipientes y demasiadas ojeras. Enarbolan orgullosos sus trofeos vitales, mientras su ojo izquierdo parpadea espasmódicamente. Viéndoles, y, sobre todo, tratándoles, me siento aliviado de no haber tomado las decisiones que tomaron ellos en su momento. No es cuestión de criticarles ni de que se arrepientan, sino de que yo no quise decidir con 25 años lo que iba a hacer los próximos 60. En su momento, ni quería esa vida, ni estaba preparado, ni me veía seguro para asumir esos riesgos.

Lo confieso. Nunca he planeado a más de dos años vista, porque nunca he tenido claro cómo iba a ser el futuro. No soy tan ingenuo como para pretender controlar el destino del mundo. Joder, la sociedad en la que vivimos va a toda velocidad, y sigue acelerando. Hace 20 años ni siquiera existía Internet. Pero mi trabajo en los últimos 10 años no podría haberlo realizado sin esta maravillosa herramienta. ¿Quién sabe qué estaré haciendo y cómo lo haré dentro de otros 20?

Por otro lado, tampoco me veía construyendo un futuro incierto con las personas que estaban conmigo. Lo siento por ellas si se ilusionaron. Yo lo hice a pesar de todo.
Otra confesión. Nunca nadie ha dependido de mí, he contado con la seguridad paterna de una comida caliente y una cama blandita, de forma que, a pesar de todo, he podido buscarme la vida como he podido/querido. Pero eso no ha hecho que me acomode, ni mucho menos. Antes de acabar la carrera ya trabajaba en lo que podía (becario, mantenimiento informático, camarero…) para no depender económicamente de mis padres. Tampoco le doy demasiada importancia, muchos lo han pasado peor que yo.

Así que, más de diez años después, sigo con el supuesto rollo de “eterno adolescente”. Y digo supuesto porque es relativo. No creo que sea una persona irresponsable. Tampoco soy un fiestero empedernido, ni un calavera irredento. Simplemente, tomé otro tipo de decisiones porque sabía que no había llegado al final de mi camino, que me quedaban muchas fiestas por disfrutar, muchos bailes por destrozar, muchas botellas por matar, muchos ridículos que representar... Que aún tenía mucho por hacer.

Siempre he confiado en mis posibilidades. Sé que, pase lo que pase, levantaré cabeza y me adaptaré. Me considero una persona flexible, capacitada para hacer más cosas que lo limitado a una simple ingeniería. Programar aplicaciones, diseñar circuitos o supervisar ordenadores me parece tan apasionante como sexuar pollos, pero la mitad de divertido. No quería pasarme el resto de mi vida exclusivamente leyendo manuales técnicos, soldando transistores en cáscodo o calibrando puentes de Wein, lamentándome por lo que podría haber hecho y no hice.

Así que no lo hice. Cumplí con la condición de terminar la ingeniería (de una puta vez, hay que decirlo) y empecé a ver el cielo abierto. Podía hacer lo que quería, trabajar en una gran empresa, cobrar mi buena nómina, pedir una hipoteca que terminaría de pagar a los 70, casarme….

¡Que no, que es broma! Tenía otros planes.

Para empezar, trabajar en televisión. De lo que fuera, pero en televisión. Y lo conseguí.

Siguiente, salir de Madrid. Adoro esa ciudad de visita, pero odio vivir allí. Conseguido.

Y hacer periodismo. Y trabajar en comunicación. Y formar mi propia empresa. Y publicar en un periódico. Y escribir un libro. Y…

Conseguido, conseguido y conseguido. Ya lo he dicho, confío en mis posibilidades. Y lo que me queda.

Mis sueños no eran los mismos que los de mis amigos. Eso no es ni bueno ni malo. Sólo eran distintos. Diez años después puedo decir satisfecho que he cumplido todos los sueños que me planteé.

Pero de sueños no se come.

Es una mierda, pero eso no ofrece seguridad ni estabilidad a nadie. A efectos prácticos, sigo viviendo en casa de mis padres y no tengo un sueldo fijo. Cualquiera que se plantee un futuro conmigo es normal que piense “¿Dónde coño voy yo con este tío?”. Mis amigos puede que no sean todo lo felices que se plantearon en su momento, pero al menos tienen estabilidad y seguridad. Precaria, hipotecada, dependiente, pero tienen algo que ofrecer a sus parejas.

Y sin embargo, he sido inmensamente feliz viviendo mi vida en los últimos años, ejerciendo de mi libertad de decisiones. Con altibajos, con decepciones, con momentos muy miserables y desesperantes, sin apoyos, pero tomando mis propias decisiones y equivocándome YO, no haciendo lo que se esperaba de mí. Arriesgando, echándome para delante, jugándomela a una carta o tirándome a la piscina sin saber si tenía agua.

Y lo peor que me ha pasado es que he tenido que empezar de cero. Bien, lo he hecho muchas veces y no pasa nada. Me han salido un par de canas de más y he pasado un par de noches sin dormir, y a otra cosa.

El problema es que no vivimos en una cultura que alabe la iniciativa sino que valora el éxito en función de tu cuenta en el banco, a cualquier precio. Así que, dado que no nado en dinero, posesiones y concubinas, se supone que soy un fracasado. Todo el background que he comentado antes lo empleé en invertir en negocios que deberían haber funcionado. Qué cojones, funcionaban en otros sitios y también funcionaron aquí: las ideas eran buenas, innovadoras y daban resultados. Pero claro, ante una recesión a nivel mundial, ni todo el background, ni la experiencia, ni la sabiduría acumulada sirven. Las mismas ideas, las mismas inversiones que hace años generaban prosperidad en Madrid, Sevilla, etc, ya no funcionan. Y, por supuesto, aquellos que invirtieron en lo mismo deben estar arruinados. Al menos yo sigo con lo puesto.

Esto no es más que una mala racha. Siempre he sido un culo inquieto, no voy a dejar de serlo y sé que saldré de esta. Lo único que tengo que decir es que no creo que deba ser juzgado por la situación actual. Hay otros países donde se premia la iniciativa. España no es uno de ellos, aquí nos encanta decir "te lo dije". Francamente, me la suda.
Sigo pensando en el futuro, huyendo hacia delante, preparando el próximo movimiento. La diferencia, por primera vez, es que ya tengo edad (o quizá, que ya debo empezar a plantear estabilidad y seguridad a alguien más que a mí mismo) para hacer planes a medio - largo plazo.

Soy de los de “contigo pan y cebolla”. Es decir, no me hace falta mucho para ser feliz. Pero por dentro construyo catedrales. Hay a quien le gusto precisamente por eso.

Aunque también hay quien necesita esas catedrales en el mundo real. Y fuegos artificiales. Y estrellas fugaces. Y coros de ángeles….
Reconozco que he tenido pocas cosas claras en mi vida. Creo que casi todas las que he expuesto en esta estúpida e innecesaria entrada de este humilde blog. Pero cuando he tenido algo claro, como me ha pasado los últimos meses, he ido a por ello. Como un jodido cuchillo de acero caliente cortando mantequilla.

"Haz de tu vida un sueño, y de tu sueño una realidad"
Antoine de Saint-Exupéry

No me pidas que te diga cómo será el color de las paredes de mi casa dentro de 20 años, porque no tengo ni idea. Pero sí te puedo decir cómo me sentiré: feliz, cumpliendo mis sueños.

COROLARIO
Si eres uno de mis amigos y has llegado hasta aquí, deja de echar espuma por la boca y sonríe, idiota. No me gustan las personas planas que no tienen nada que aportar. Me gusta la gente que me estimula, me sorprende y le echa un par de huevos a la vida.

PD: Básicamente, esto es lo que te quise contar y no pude

19 de enero de 2012

Locos, inadaptados y rebeldes

Hay una idea que me ronda estos días, que igual desarrollaré próximamente. ¿Cuál es la pregunta para ser feliz? ¿El 'qué' o el 'cómo'?

Ser feliz es distinto que un estado de ánimo o un estilo de vida. Ser feliz no es sólo una sensación o una suma de momentos. Ser feliz es más que una sonrisa o un deseo cumplido o una meta alcanzada. Ser feliz no puede encorsetarse a las fronteras del deseo o una aspiración.

Se es feliz o no se es. 'Qués' y 'cómos' son lo de menos

Tomo prestada la imagen de Juan Gómez Jurado sobre el discurso de Seteve Jobs. Genial.


8 de enero de 2012

Sois todos unos hijos...

...de puta. Y que nadie se mosquee porque según el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, llamar a tu jefe "hijo de puta" es una expresión muy común en el lenguaje coloquial.


No, si ya lo decían los muchachados cuando eran chanantes, que "hijo de puta hay que decirlo más":


Por cierto, que este sketch está basado en otro de Mr T:

A lo que vamos. Me temo que esto de considerarse idiota está más bien pasado de moda, así que para no parecer trasnochado he empezado esta entrada declarándome a la moda de las nuevas tendencias. Porque, claro, igual la sentencia sienta jurisprudencia y tenemos que empezar a referirnos así a nuestros jefes, amigos (bueno, a estos es más habitual) y familiares, o si no nos entrullan.

Gracias a esta sentencia no pasará nada cuando se lo digamos en voz alta a los guardias civiles que nos paran en las rotondas, a los canis que van a 200 km/h por ciudad con la música a toda ostia, a los niños que te tiran balonazos a la cabeza cuando pasas por un parque, o a los políticos imputados que van a los tribunales con su clá para reírse de la justicia. Es cuestión de ir practicando.

Así que desechad todo ese vocabulario tan antiguo como tontolapolla, muerdesquinas, culogordo, tontobobo, malparido, guacamayo, putón, pendejo, huevón, bujarrón, chachapera, zampabollos, rascavías, cazurro, desorejado, gaznapiro, ingeniero, cabrón, mamacallos, percebe, estúpido, botarate, cabezapolla, hipoglucémico, renacuajo, gurrumío, mediaostia, agkeroso, mameluco, gilipollas, inmigrante, comepollas, culofofo, periodista, carapán, pelocuerda, gafapasta, pagafantas, panchito, huelepedos, perroflauta, follaviejas, asaltacunas, gurumelo, o idiota, y empezad a usar este insulto tan "común y coloquial" como es HIJO DE PUTA.

La Justicia ha hablado