El 14 de febrero está reconocido mundialmente como el día de los enamorados. Un día en el que se supone que le tienes que demostrar el amor a tu pareja (o no) de alguna forma simbólica (o no).
La historia de San Valentín es de casi todos conocida. En la Wikipedia podeis encontrar el mito de este santo que vivió en el siglo III y que, según la leyenda más popular, casaba soldados que lo tenían prohibido a escondidas del imperio romano, y, tras muchas vicisitudes, murió por ello entre terribles sufrimientos a manos del emperador Claudio II por la ola anticristiana tan de moda por aquél entonces.
El caso es que la festividad de San Valentín, basada en mito o realidad, hoy en día es una de las muchas fiestas importadas del otro lado del Atlántico, en el que en los institutos, según nos cuentan las series norteamericanas, se coleccionan postales y la popularidad de los pobres chavales se basa en el número recibido de ellas. Para estos casos, recomiendo la festividad del 12 de julio (o el 18 de diciembre, según países)
Ya hablé de esto hace tiempo, y me sigue pareciendo insuficiente. Sesudos estudios psicológicos avalan definiciones del amor, datos empíricos solucionan las condiciones necesarias para encontrar el amor verdadero (no confundir con el definitivo). Hasta los matemáticos tienen una recta polar y una ecuación para ello.
En mi opinión, y aunque suene a tópico, se ha de enamorar a tu pareja cada día. Normalmente me tachan de moñas por decir cosas como estas en voz alta, probablemente con razón, pero no veo qué tiene de malo reconocer que el amor es un edificio se construye día a día, que debe tener cimientos bien afianzados. Quizá las desilusiones propias de no ser correspondido deberían conseguir que tirara la toalla y gritara “¡Abajo el amor!”, o que hiciera caso a mi abuelita con aquello que me decía cuando era pequeño, “El amor es una mierda”.
Simples detalles sin importancia. Sigamos con los tópicos. Si hay que celebrar San Valentín, que se celebre todo el año. Si hay que regalar algo que simbolice lo que se siente por otra persona, no soy de los de regalar en una fecha señalada, ni mucho menos algo caro.
Prefiero regalar tiempo, consejos, abrazos, atención, caricias, conversación, interés, besos, cariño, comprensión… O sonrisas, anocheceres, una canción, un cigarro compartido (o un canuto, quien fume), echar una mano, ver una peli, hacer unas risas, compartir una alegría… O, si nos ponemos materiales, un libro que me ha gustado, una flor especial, un poco de chocolate, una cena casera, cambiar una bombilla o incluso ponerle pilas al mando.
Hasta podemos mezclar todos los anteriores, aplicarlo diariamente y entonces, sólo entonces, sabríamos lo que es vivir un San Valentín diario, aplicarlo incluso si no te sientes correspondido. Porque, al final, la correspondencia es lo de menos, lo importante es lo que uno sienta y lo que te salga espontáneamente sin miedo a las consecuencias. Decía Gregorio Marañón: “El enamoramiento es un estado de imbecilidad transitoria. El amor es superar ese estado juntos”
Cuando tenía 18 años y era un anciano de 70 que lo sabía todo, escuchaba música clásica y veía ciclos de Truffaut y nouvelle vage, San Valentín me parecía la fiesta del cinismo. Ahora que tengo el doble, soy un adolescente que cada día sabe menos de nada, escucha a OK GO! y disfruta como un enano con Guy Ritchie, me lo sigue pareciendo. Hay cosas, como caramelizar lo que ya es dulce, que realmente no son necesarias.
Así que no me hagáis mucho caso si digo que le den a San Valentín y a su día del amor, que el amor no es estar enamorado, que estar enamorado no es hacer regalos chorras, que regalar no hace que te quieran más, que te quieran es un acto de voluntad, que amar a quien te ama es el sentido de todo esto, lo que nos diferencia de las amebas, y que decir “te quiero” son sólo palabras, fáciles de decir, difíciles de hacer creer.
En algún remoto lugar de internet, alguien sonreirá y vomitará un arcoíris. Al fin y al cabo, 14-02-12=0
Lo siento por ti :)
La historia de San Valentín es de casi todos conocida. En la Wikipedia podeis encontrar el mito de este santo que vivió en el siglo III y que, según la leyenda más popular, casaba soldados que lo tenían prohibido a escondidas del imperio romano, y, tras muchas vicisitudes, murió por ello entre terribles sufrimientos a manos del emperador Claudio II por la ola anticristiana tan de moda por aquél entonces.
El caso es que la festividad de San Valentín, basada en mito o realidad, hoy en día es una de las muchas fiestas importadas del otro lado del Atlántico, en el que en los institutos, según nos cuentan las series norteamericanas, se coleccionan postales y la popularidad de los pobres chavales se basa en el número recibido de ellas. Para estos casos, recomiendo la festividad del 12 de julio (o el 18 de diciembre, según países)
Ya hablé de esto hace tiempo, y me sigue pareciendo insuficiente. Sesudos estudios psicológicos avalan definiciones del amor, datos empíricos solucionan las condiciones necesarias para encontrar el amor verdadero (no confundir con el definitivo). Hasta los matemáticos tienen una recta polar y una ecuación para ello.
La curva generada por la ecuación polar ρ=a(1+cos θ) |
La recta equivalente a la ecuación (x²+y²-1)³ = x²y³ |
En mi opinión, y aunque suene a tópico, se ha de enamorar a tu pareja cada día. Normalmente me tachan de moñas por decir cosas como estas en voz alta, probablemente con razón, pero no veo qué tiene de malo reconocer que el amor es un edificio se construye día a día, que debe tener cimientos bien afianzados. Quizá las desilusiones propias de no ser correspondido deberían conseguir que tirara la toalla y gritara “¡Abajo el amor!”, o que hiciera caso a mi abuelita con aquello que me decía cuando era pequeño, “El amor es una mierda”.
Simples detalles sin importancia. Sigamos con los tópicos. Si hay que celebrar San Valentín, que se celebre todo el año. Si hay que regalar algo que simbolice lo que se siente por otra persona, no soy de los de regalar en una fecha señalada, ni mucho menos algo caro.
Prefiero regalar tiempo, consejos, abrazos, atención, caricias, conversación, interés, besos, cariño, comprensión… O sonrisas, anocheceres, una canción, un cigarro compartido (o un canuto, quien fume), echar una mano, ver una peli, hacer unas risas, compartir una alegría… O, si nos ponemos materiales, un libro que me ha gustado, una flor especial, un poco de chocolate, una cena casera, cambiar una bombilla o incluso ponerle pilas al mando.
Hasta podemos mezclar todos los anteriores, aplicarlo diariamente y entonces, sólo entonces, sabríamos lo que es vivir un San Valentín diario, aplicarlo incluso si no te sientes correspondido. Porque, al final, la correspondencia es lo de menos, lo importante es lo que uno sienta y lo que te salga espontáneamente sin miedo a las consecuencias. Decía Gregorio Marañón: “El enamoramiento es un estado de imbecilidad transitoria. El amor es superar ese estado juntos”
Cuando tenía 18 años y era un anciano de 70 que lo sabía todo, escuchaba música clásica y veía ciclos de Truffaut y nouvelle vage, San Valentín me parecía la fiesta del cinismo. Ahora que tengo el doble, soy un adolescente que cada día sabe menos de nada, escucha a OK GO! y disfruta como un enano con Guy Ritchie, me lo sigue pareciendo. Hay cosas, como caramelizar lo que ya es dulce, que realmente no son necesarias.
Así que no me hagáis mucho caso si digo que le den a San Valentín y a su día del amor, que el amor no es estar enamorado, que estar enamorado no es hacer regalos chorras, que regalar no hace que te quieran más, que te quieran es un acto de voluntad, que amar a quien te ama es el sentido de todo esto, lo que nos diferencia de las amebas, y que decir “te quiero” son sólo palabras, fáciles de decir, difíciles de hacer creer.
En algún remoto lugar de internet, alguien sonreirá y vomitará un arcoíris. Al fin y al cabo, 14-02-12=0
Lo siento por ti :)
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