13 de agosto de 2012

Esos malditos zulúes

Cuentan los mayores que hubo un tiempo, buenos tiempos, en el que los veranos eran terrazas sin empedrar, con enormes sillas de forja que suavizaban su rigidez entre cojines y respaldos, humo de tabaco y chinas dosificadas en papelillos, música de grupos españoles autoeditados sin pretensiones, noches de calor sofocante refrescadas con la humedad de las plantas regadas al anochecer.

Cuentan estos mayores con nostalgia que aquellos tiempos de movidas madrileñas y ‘Bienvenidos’ eran divertidos y auténticos, no como los actuales en los que lo moderno se confunde con lo auténtico, y lo primero siempre es más caro sin identificarse necesariamente lo segundo. Y lo cuentan arrugando los ojos, apurando un Ducados (o un Ducados Rubio, los traidores conversos) y dando un largo trago a un brebaje traslúcido semiespumoso, en el que flota media rodaja de limón, mientras el vaso que lo contiene exuda rocío nocturno.

"Trae pacá, coño"

He de reconocer que nunca he sido muy de gin tonics ni de bebidas espirituosas aromatizadas. Ni vodka, ni aguardientes, ni mucho menos ginebra. Aún me estremezco cuando recuerdo, hace tantos años, una borrachera basada en gintonics de una ginebra de marca desconocida para mí, pero “de toda confianza” para el tabernero. “La segunda marca de Larios, que es ginebra de la buena, de fiar, de aquí. Como el segoviano, el whisky DYC, que es el mejor whisky del mundo. No como las mierdas esas que nos traen a España, que son los rescoldos del fondo del barril, y eso sí que es malo. Tú fíate de mí, chaval, que sé lo que me digo, que con esta ginebra no se te va a derretir el cerebro”.

No me hubieran hecho falta tantas explicaciones, sólo por el precio ya la hubiera pedido de todas formas. Era joven. Y estúpido. Y tenía sed . Pero no dinero. Y quería probar cosas nuevas. Y tampoco conocía aquél latinajo de “Excusatio non petita…”. Creo que aquella ginebra se llamaba “El Consorcio” o algo así.


Tras una convalecencia de dos días, en cuanto me pude mover decidí ir al bar donde me habían servido aquél maldito líquido de frenos, aromatizado con las hierbas que crecen a los pies de los árboles de las aceras, esas que aguantan hasta las meadas de los perros, y lancé un par de piedras a la fachada, jurando por la Reina Madre que jamás volvería a beber ginebra ni a hacer caso a ninguno de estos “mayores”. Hecho lo cual, regresé a mi casa como pude, convertida en eventual clínica de desintoxicación, a continuar con el tratamiento de aspirinas y agua de arroz contra la diarrea.

He mantenido esta promesa durante varios lustros, cambiando de bando en la eterna batalla “Bebedores de Whisky – Bebedores de Ron”, similar a la épica “Vampiros Vs. Licántropos”, renunciando a la cerveza en favor del tinto con limón, e incluso, en los últimos meses, renunciando al humo del tabaco por evitar los pitos pulmonares nocturnos. Sí, esos que suenan como señores pequeñitos pidiendo auxilio desde lo más profundo de mi caja torácica (socorooooo, auxiliooooooo, sacadnos de aquiiiiiiiii) y a los que sólo se les calla con un fuerte y profundo carraspeo desde el fondo de los pulmones.

Volviendo al asunto que nos ocupa, la tentación de volver a las andadas haciendo experimentos alcohólicos nunca ha sido lo suficientemente fuerte como para volver a sucumbir, al menos con este combinado. Porque en eso consisten las tentaciones: caer irremediablemente en ellas suponiendo que el beneficio compensará el perjuicio, corriendo el riesgo de que quizá no será así.

Pero hace unos días cayó en mis manos un magnífico artículo de Pablo Martínez Zarracina, en el que, con tremendo estilo y clase, se habla del esnobismo imperante en Bilbao sobre esa humilde bebida, artículo que ha convulsionado los mentideros de las redes, y en el que se cuestiona el excesivo barroquismo decadente con el que se adorna este cóctel. Transcribo literalmente el último párrafo, que no tiene desperdicio; de lo mejor que he leído últimamente:

Todo es un pequeño despropósito. Sobre todo cuando hablamos de un trago viejo, noble y humilde. Cualquiera que haya visto a un inglés de cierta edad prepararse un ‘gin and tonic’ sabe que no hay lugar para tanta pose. La receta clásica sería algo así. Se coge un vaso cualquiera y se le quita el polvo, o no. Si encuentras algo parecido a hielo en algún lado, se echa una piedra. Ginebra a discreción. Tónica, un poco, cualquiera, si hay abierta, tampoco es imprescindible. Rodaja gruesa de limón y golpecito con el dedo o con el cuchillo que ha cortado el limón (en su libro ‘On Drink’ Kingsley Amis permite que las mujeres y los niños utilicen un cuchillo limpio). A continuación, todo para adentro. Y Dios salve a la Reina. Y que vengan esos malditos zulúes si se atreven, soldado Owen.



Uno no puede controlar siempre su realidad circundante. Es más, soy de la firme creencia que intentar hacerlo y/o mantener el tipo siempre y en todo momento tiene más de inseguridad y sosería que de madurez emocional, aunque este es otro asunto. Con estos antecedentes, en fin, y con el recuerdo ya lejano de aquél anticongelante embotellado que casi partió en dos mi joven e inexperto hígado, situémonos un viernes noche de agosto en el que sufrimos las consecuencias de una ola de calor que ha asado a fuego lento España entera, torrando especialmente el sur. Tras disfrutar de un magnífico concierto de Goran Bregovic en el que bailé como un demonio, cualquier tentación me parecía aceptable. Incluso la de sucumbir a las poses y oropeles forzados del cóctel que siempre ha quedado fuera de mi definición de “cubata”.

En mi ignorancia, y cargado de curiosidad, me dejo asesorar por el camarero, que me presenta a unos tales Brockmans con tónica 17/24, acompañado de media rodaja de pomelo. No conozco ni a Brockmans, ni a su amiga 17/24, ni sé si me caerán bien, y no estoy muy seguro del resultado final ni de si la combinación explotará en mi estómago, convulsionando mis interiores en honor a aquellos recuerdos atávicos latentes que tantos años de ron dulzón han enterrado. Pero ya que he llegado hasta aquí no me voy a quedar por el camino que he elegido. Avanti con tutto.

Ahí vamos, con un par. Parafraseando a Martínez Zarracina, observando con desprecio a esos modernillos que derriten el hielo sujetando su copa de balón con la palma. Para dentro todo, de un buen trago. Y si hay que escupir el pomelo, se escupe. Y, joder, con uno de los cubitos de hielo que me han puesto en el vaso se chocó el Titanic. Y, vaya, sabe raro pero me gusta, aunque tenga que masticar trozos de pomelo a cada trago. Y después de medio vaso, paladeando este extraño sabor indefinible, me viene a la mente el pensamiento de que en este momento pueden venir Napoleón y sus gabachos si tienen cojones, que yo de aquí no me muevo sin beberme otro. Y que viva La Pepa y las Cortes de Cádiz.
¡¡Ahí vamos, sin miedo!! 

Envalentonarse siempre es un error. Recurrir a recursos literarios patrios, un golpe bajo al lector. Perderle el miedo al enemigo es otro. Que las ostias llegan cuando te confías de donde menos te lo esperas, quizá es el consejo más importante.

Antes de continuar con esta narración, quizá deba pararme a aclarar ciertas consideraciones a vuelapluma acerca del pepino:
- ODIO el pepino
- Me encantan las verduras, hortalizas, cereales, frutas y todo lo vegetal en general, pero ODIO el pepino
- El gazpacho me lo bebo si no pienso que uno de sus ingredientes es esa espantosa hortaliza. En cuanto lo recuerdo, mis intestinos burbujean
- Prefiero masticar cristales rotos antes que comer una ensalada de pepino
- Mi lema vital es: “contra el pepino, tolerancia cero
- El pepino es mi kriptonita

Dicho esto, queda clara mi opinión respecto a esta honrosa hortaliza, contra la que no tengo nada, pero que no soporto. Un poco como lo que siento hacia Sánchez Dragó. O hacia Javier Bardem. O hacia Alejandro Sanz. Necesarios, respetables, trabajadores, dignos, honrados, pero que no forman parte de mis preferencias. Más bien de mis antipatías. Y además, seguro que se comen los pepinos a bocados. Por eso, y otras cosas, prefiero ignorarlos. A los pepinos también.

Pero claro, como ya he dicho, las tentaciones es lo que tienen: puede que no te agraden. ¿Y quién dijo miedo? Vamos a por el segundo.
La amargura hecha bebida. Entre los hielos se esconde el culpable de mi injusto malestar

A imagen y semejanza de la “Muerte por chocolate” para los románticos empedernidos (delicioso postre que recomiendo degustar sólo si los niveles de glucosa son normales), la ginebra Hendrick’s, con tónica Fever Tree y rodajas de pepino a discreción, es una oda a la amargura, la bebida ideal para los compositores de fados, tangos y saetas. Estoy seguro que Jane Austen se tomaba este combinado por garrafas mientras escribía sus lacrimógenas novelas ente sollozos, y que la locura de Lovecraft escribiendo “Los mitos de Cthulhu” le llegó en una indigestión tras la euforia coctelera de este trago con ginebra, tónica y, sobre todo, pepino.


Al menos he podido confirmar de nuevo que la diferencia está en los detalles y que quizá, aun con peor cara que el Fary comiendo limones, hubiera podido trasegar con este combinado. Pero el efecto del pepino en mis delicados órganos sensoriales es lo que tiene, que me mete en el paladar, en las fosas nasales, en el cerebro, y ya todo me sabe a lo mismo, por mucho que lo intente remediar, por ejemplo, solicitándole al extrañado camarero concentrado de limón, o exprimiendo pomelo a lo bruto sobre el vaso, como medidas desesperadas, murmurando maldiciones al dios de los cubatas y a su séquito de acólitos pijos.

En definitiva, el experimento llegó a su fin de forma abrupta por intoxicación con hortaliza curcubitácea,  acompañado de agosticidad, nocturnidad y descenso en los niveles mínimos de canalleo para aguantar el tipo a esas horas. Actualmente ignoro cuál es el sabor y la textura de la ginebra y la tónica elegidas, y cada vez que intento recordarlo mi boca se llena de saliva amarga y mi sistema digestivo reacciona intentando expulsar el contenido del estómago, así que dudo que lo averigüe próximamente.

Sirva en mi descargo que las ensaladas de verduras no solían entrar en mis preferencias a la hora de tomar una copa. Me conformo con un ron dulzón (preferiblemente Captain Morgan Old Spiced) con Limón&Nada (ese que no tiene nada más que limón, azúcar, aromas, ácido ascórbico y betacaroteno como colorante) con trocitos de cítrico, aunque no es imprescindible. Vale, es una mariconada, pero a mí me gusta. Blandito que es uno.

Y es que esos mayores a los que me refería a principio tienen razón cuando echan de menos aquellos tiempos en los que los veranos eran veranos y no “escapadas”, se torraban durante el día para lucir brillos por la noche, y hasta el agua de los floreros eran fuentes de esencias marinadas donde aliviar aquella sed incansable. Supongo también que deben estar hechos de otra pasta, sin duda más fuerte y resistente que la mía, si son capaces de aguantar a sus años la ingesta continuada del clásico Larios con Kas (“Nuestra tónica”, decía Luis del Olmo, ¿recordais?) sin más hierbas para aromatizar que las que aliñan el tabaco.

Y les doy la razón sin paliativos si al leer esta entrada, alguno de ellos masculla: “No valéis paná”. Para los gintonics, yo, desde luego, no.

9 de agosto de 2012

Póngame lo mismo que a ella

El 8 de agosto es el aniversario de un hito en la historia del periodismo: en 1974, Richard Nixon, presidente de Estados Unidos, dimite por el escándalo Watergate. También el español Juan Pérez (no había nombre más humilde) descubre la canadiense isla de Vancouver y nacen The Edge, guitarrista de U2, Paul Dirac, físico, Dino de Laurentis, cineasta, o Esther Williams, sirena.

Sin embargo, el ser humano es peculiar y no recuerda ni esta clase de victorias frente a la maldad (pequeños pasos en el orden frente al caos natural) ni los aniversarios de personalidades que han marcado a su manera la historia reciente. La humanidad, como digo, es peculiar, y prefiere rememorar, e incluso celebrar, días temáticos como el Día Internacional del Orgasmo Femenino.


Qué guapa era Meg Ryan, qué pena de mujer. Atentos a la última frase

El orgasmo femenino, ese gran desconocido, debería ser de obligado cumplimiento. De hecho lo es, y no me refiero a algún lejano país con leyes extrañas (o quizá sí) sino a Francia, en el que hasta un hombre fue condenado a pagar una indemnización a su mujer por no mantener relaciones sexuales con ella. En Francia se toman muy en serio el sexo, sobre todo porque parece que afecta directamente en la esperanza de vida de las mujeres.


Grande, grande Merovingio. Aquí también lo puedes ver

Parafraseando a Arnold J. Toynbee, el castigo de los que no se preocupan por la satisfacción de su pareja es que pueden ser sustituidos por quien sí se preocupe. Y no me refiero necesariamente a amantes bandidos, sino a pequeños amiguitos de látex o similares del tipo "no salga de casa sin ellos", con los que algunas mujeres son capaces de sustituir el contacto masculino. Una auténtica y verdadera pena, no sólo por lo artificial del asunto (que en pequeñas dosis es fantástico, pero puede llegar a generar adicción), sino porque definitivamente a estas alturas del siglo, o bien los hombres no aprendemos, o las mujeres no saben enseñar.

Con lo divertido que es el uso y disfrute de los juguetitos en pareja

En fin, no entro en discusiones sobre si realmente es necesario dedicarle un día al orgasmo femenino, aunque cuando queráis hablamos del desprecio al masculino (que no es "Plof!" y "YATA", al menos no para mí). Como anécdota es divertida y sirve para cachondearse y añadirle un poco de humor a estos días tan complicados.







Bien, pues que no se diga que por mi parte no lo intento con ahínco, siempre que puedo y con quien quiero. A todas vosotras, que os mereceis no uno sino 365 días del orgasmo al año, os dedico este apropiado tema de Búnbury que habla del asunto. Las menores de 18 taparos los oídos.


5 de agosto de 2012

Pequeña y estúpida historia de amor

Pequeña y estúpida historia de hamor que se me ocurrió hace unos días mientras daba una vuelta por la playa. Ambientada por los siempre inmortales poetas románticos ingleses (otra de mis debilidades inconfesables). Otra muestra de lo que da de sí la agosticidad.


El Verdadero Amor Pasa (William Blake)
Mis sedas y mi fino atuendo,
mis sonrisas y mi aspecto lánguido
el amor se lleva
y el lúgubre y flaco desaliento
me trae tejos para adornar mi tumba:
tal es el fin que los verdaderos enamorados hallan.


Su rostro es bello como el cielo
al abrirse los briosos capullos.
Ah, ¿porqué le fue dado
un corazón que es helado invierno?
Su pecho es la venerada tumba del amor de todos,
a la que acuden los peregrinos de la pasión.


Traedme pala y hacha:
traed mi mortaja.
Cuando haya cavado mi fosa
dejad que azoten los vientos y las tempestades;
en la tierra yaceré, frío como la arcilla.
¡El verdadero amor pasa!


Filosofía del Amor (Percy Bysshe Shelley)
Las fuentes se mezclan con el río,
Y los ríos con el océano;
Los vientos del cielo se mezclan para siempre,
Con una dulce emoción;
Nada en el mundo es único,
Todas las cosas por ley divina
Se completan unas a otras:
¿Por qué no debería hacerlo contigo?

Mira, las montañas besan el alto cielo
Y las olas se acarician en la costa;
Ninguna flor sería hermosa
Si desdeña a sus hermanos:
Y la luz del sol ama la tierra,
Y los reflejos de la luna besan los mares:
¿De qué vale todo este amor
Si tu no me besas?

Camina bella (Lord Byron)
Camina bella, como la noche
De climas despejados y cielos estrellados;
Y todo lo mejor de la oscuridad y de la luz
Se reune en su aspecto y en sus ojos:
Enriquecida así por esa tierna luz
Que el cielo niega al vulgar día.

Una sombra de más, un rayo de menos,
Habría mermado la gracia sin nombre
Que se agita en cada trenza de negro brillo,
O ilumina suavemente su rostro;
Donde pensamientos serenamente dulces expresan
Cuán pura, cuán adorable es su morada.

Y en esa mejilla, y sobre esa frente,
Son tan suaves, tan tranquilas, y a la vez elocuentes,
Las sonrisas que vencen, los tintes que brillan,
Y hablan de días vividos en bondad,

Una mente en paz con todo,
¡Un corazón cuyo amor es inocente!

26 de julio de 2012

Hasta aquí

Lo cual no significa ni mucho menos que vaya abandonar este blog, sino todo lo contrario. En la anterior entrada ya expliqué qué ocurre, y durante las largas horas que suponen conducir 1300km en dos días he podido pensar y reflexionar sobre algunos aspectos pendientes de mi vida.

Entre otros, este blog. Mismamente.

Voy a darle una vuelta de tuerca, quizá cambiar el formato de introducción de entradas (sin perder el espíritu, claro), y alguna cosa más, pero esto necesita algo de vida. De paso así puedo ir practicando para el próximo proyecto que muy probablemente se ponga en marcha a partir de septiembre. Seguiré informando.

29 de junio de 2012

Japi

Supongo que a estas alturas de la vida de este blog es algo absurdo plantearse cierto tipo de cuestiones, como los motivos por los que lo tengo casi abandonado desde hace unos meses. Por un lado, sólo es una obligación autoimpuesta, como suelen ser estas cosas. Escribo porque quiero, porque me apetece, porque tengo algo que decir, pero, sobre todo, porque tengo ganas.

Y es cierto que no he tenido ganas, aunque sí motivos. También es cierto que mi ánimo no ha sido el mejor de los últimos años. Es lo que tiene apostar fuerte, perder y tener que asumir la pérdida: resulta ser más difícil de lo que parece.

Pero no creo que hordas de lectores asiduos reclamen la vuelta a mis estupideces habituales. Así que ya volverán las épocas de las risas

Hoy es un día especial por varios motivos. En estos instantes estoy en Granada con unos hamijos celebrando mi cumpleaños. La última vez que lo celebré fue en 2005, así que ya me merecía algo similar. Lo que tienen estos días... Es que no tienen nada. Un año más, una cifra distinta, un año menos que disfrutaré.

A veces he jugado a quitarme edad. Hasta los 25 aparenté más edad de la que tenía, lo cual me vino muy bien durante la adolescencia para entrar en las discotecas. A partir de ahí empecé a estancarme, con envejecimientos repentinos cada cierto tiempo, pero sin superar nunca el límite de la edad real.

Hace un tiempo me echaron cuarenta, aunque la infausta víctima de mi decepción recibió la peor de mis caras fulminadoras, con lo que me pidió disculpas enseguida. Más bien creo que su deseo era que tuviera cuarenta, para no sentirse tan vieja, supongo, o quizá tan culpable, porque enseguida me echó lo habitual, unos años menos de los que tengo realmente. Tengo que hacer la prueba de exagerar, quitarme cinco años o así, para ver cuál es la reacción.

En cualquier caso, hay una rutina que cumplo desde hace unos años. Nunca falta mi sesión de Simpathy for the devil por mi cumpleaños y el cabreo generalizado previo al mismo. Usé esta rutina hace unos meses, la noche que dejé de fumar, así que no sé si este año el hechizo de Sus Satánicas Majestades se realizará.

Bueno, y que no falte tampoco la tradicional felicitación generalizada el día antes o después. Aunque siempre lo agradezco: para dos o tres personas como mucho que se acuerdan de mi cumpleaños sin mirarlo en FaceBook (gracias mamá) sólo faltaría que se lo reprochara.

Es lo que tiene cumplir años en tan mala fecha, que siempre viene mal. Y lo mismo te pilla fuera y ni te enteras.

Lo bueno de estos días es que me permiten ejercer una de las muchas manías que me caracterizan: saber dónde, cómo y por qué estaba tal día. Y con los cumpleaños es perfecto recordarlo. Por ejemplo, sé que en 1988 estaba en Irlanda. En 1991 estaba en Lakeland, Inglaterra. Desde 1992 hasta que terminé la carrera, estudiando como una mona (esos años sí los tengo difusos). En 2003 corrí aterrorizado por la presencia de una salamanquesa que tenía más miedo que yo, en 2005 hice una entrevista de trabajo. En 2006 estaba en Granada, en 2007 en Estocolmo, en 2008 escuchando los gritos en la calle porque no sé qué selección ganó no sé qué eurocopa, en 2009 tomando mojitos en la playa, en 2011 fui al cine con mis sobrinos...

Este año he decidido hacer un punto y aparte: me lo voy a tomar con calma, celebrándolo con buena gente y con el máximo de risas posibles, basta ya de tanta amargura. Me alegro de estar menos perdido que el año pasado, de haberme aclarado con problemas que ya huelen a rancio y a tomar decisiones y llevarlas a cabo.

Es inevitable que haga balance cada seis meses, con el comienzo del año y con el comienzo de MI nuevo año. Quizá la visión positiva sea por darme cuenta que hay personas que cambian tu vida sin ser necesariamente ni amigos, ni compañeros, ni amantes, simplemente están ahí, y esa sea la visión que ha cambiado en sólo seis meses. Personas que pasan por tu vida como un catalizador, que revuelven tu interior, tu hipotético sentido común, que te obligan a tomar las riendas de tu propio destino, quizá, sólo quizá, con la vana esperanza de que algún día te consideren lo suficientemente dignos como para formar realmente parte de su vida, aunque luego no quede ni rastro en ella. Sólo son esperanzas estúpidas.

No es cuestión de ser prácticos y abandonar antes de que los daños sean mayores, sino de saber cuándo hay que retirarse, aceptar apartarte con la satisfacción de saber que has hecho lo humanamente posible (y un poquito más), antes de crear una frustración permanente. Ya me ha pasado antes.

Situémonos hace quince años. Veamos, me encontraba trabajando de becario en la universidad en la que cobraba cuarenta mil pesetas, hacía jornadas de 6 - 10 horas y formaba parte del equipo que mantenía la informática de la máquina burocrática universitaria (o sea, alimentando al monstruo). Había aprendido todos los secretos de esa nueva forma de vivir que era internet, era pionero en el uso del correo electrónico, protocolos IP e instalaba redes en pequeñas empresas para que compartieran su conexión para que los usuarios perdieran un poquito más el tiempo. Faltaba poco para que terminara una carrera en la que ya había dejado de creer, buscándome la vida con la informática, me rechinaban los aires y humos que mantenía el profesorado, cuando llevaba ya bastante tiempo descreyendo de lo que nos enseñaban, o hacían que nos enseñaban, que había de todo.



"Dentro de diez años, estaré empleado en una gran empresa, llevaré traje y corbata, conduciré un monovolumen 50 kilómetros desde el trabajo para llegar a una casa en la que me esperará mujer, niño y puede que perro, y por las noches tendré que meterme un par de lingotazos para conciliar el sueño por darle vueltas a cómo he sido tan idiota de meterme en este lío hipotecando mi vida con lo que se espera de mí"


La verdad es que llevo traje o corbata cuando me da la gana, conduzco mi batmovil, vivo donde quiero y no le rindo cuentas a nadie, en la universidad estudio lo que debería haber estudiado desde un principio (reboot laboral, y van tres) y me meto en los líos que me interesan. Eso, y que los lingotazos a veces vienen acompañados de compañías sanas, casi siempre. Es lo que tiene ser un idiota que no hace lo que se espera de él.


La verdad, creo que estoy mejor ahora. Mejor de lo que he estado nunca, aunque tenga más canas de las que debería.

Hoy toca escuchar a los Rolling, que Sus Satánicas Majestades iluminen este día, que será igual que cualquier otro. La diferencia es que hoy los sueños tienen más fuerza que nunca ya que sé que se pueden cumplir.

18 de junio de 2012

Esa clase de magia

De la película "Beautiful girls"


- ¿Recuerdas cómo es al principio, cuando te enamoras por primera vez? ¿Cuando no puedes comer, ni puedes dormir? ¿Cuando recibir una llamada de ella sirve para alegrarte el día como si hubieras visto una estrella fugaz?
- Es lo mejor.
- Sí, pero inevitablemente desaparece. La cosa se calma. Bien, ese es mi punto de vista, ¿sabes? ¿Por qué casarse ahora? ¿Por qué no disfrutar de dos o tres noches más, como las del principio, antes de que llegue el gran apagón?
- ¿El gran apagón? Es un modo horrible de decirlo.
- Ella llega mañana.
- Es obvio.
- Y eso no me hace sentir nada. Sólo una sensación de ambivalencia sobrecogedora. Pero antes preferiría odiar su llegada que sentir que no me importa una mierda. Te miro y pienso que es asombroso que allí fuera haya un tipo que hace toda clase de cosas contigo, que consigue hacerte feliz y pasar todas las noches contigo.
- Y prepararme martinis escuchando a Van Morrison.
- Oler tu piel.
- Después de un día en la playa.
- Sí, y leer los periódicos.
- Una mañana de domingo.
- Una mañana de domingo lluviosa y cubrir tu vientre de pequeños besos y... Lo siento.
- La cuestión es... que hay otro tipo ahí fuera que piensa lo mismo, con respecto a Tracey. Y está celoso de tí, porque tú vas a hacer esas cosas con ella.
- Déjame hacerte una pregunta, ¿puedes pensar en otra cosa mejor que hacer el amor con un atractivo desconocido en un lago helado con sólo una lámpara de aceite para iluminarte? ¿puedes pensar en algo mejor?
- En volver a Chicago, en martinis con hielo, en Van Morrison...
- Y en los periódicos del domingo.
- Tengo que irme, Willy.
- Eh... ¿Por qué presiento que no volveré a verte?
- Volverás a verme, Willy

...Y es que escuchar a Van Morrison mientras preparas un martini para ella, que te está esperando afuera tomando el sol, siempre es un placer

20 de marzo de 2012

Don Draper vs. Giuseppe Verdi

Como ya dije en su día, creo que la música popular llegó hace mucho a un momento de inmovilismo del que veo complicado que salga. La moda de los mash up puede que aporten algo de aire fresco, pero no deja de ser flor de un día. Una flor que no pasa de la anécdota graciosa. De hecho, los mix ya eran bastante comunes en los 80 (y bastante pesados), la diferencia es que ahora es más sencillo pergeñarlos con la edición no lineal de audio. Aunque no deja de tener su mérito descubrir melodías comunes entre temas muy distintos.

En estas estamos, cuando el otro día estoy casualmente escuchando una ópera de Verdi, y me encuentro con esto. Atentos al 1:17 y al 3:20



Me suena, me suena mucho. No son más de 8 segundos, pero es una melodía descendente que reconozco inmediatamente.



Vaya, el mítico Don Draper, que ya tiene su propio pedestal en el imaginario colectivo, debe haber encendido un cigarro, paladeado un sorbo de whisky y soltado algún improperio machista o xenófobo contra los músicos italianos.



Por mucho que he buscado, no he encontrado ninguna referencia a la ópera “Il Trovatore” con la melodía de la cabecera de Mad Men. Como mucho, un apunte a su compositor, el diskjockey RJD2, afincado en Philadelphia, de cuyo tema “A beautiful mine” se ha extraído la melodía de apertura de la serie.



¿Casualidad? Seguramente, pero no deja de ser significativa una conexión tan directa entre ambas. ¿Se han terminado las melodías?

Ya que estamos, aprovecho para sugerir algunas parodias de la cabecera de Mad Men, algunas impagables, como la de Los Simpsons, la de South Park, la versión en 16 bits de Megaman o, la más marciana, la de los osos polares.

7 de marzo de 2012

Donde habita la esperanza

Extractos de "Alianza (Sonata)", el "Poema 20", la "Canción desesperada" y del Soneto XLVIII, de Pablo Neruda. Todas las imágenes extraídas del blog "From me to you" de Jamie Beck.

Discúlpame, no tengo ganas de dar explicaciones. No preguntes y dale al play



Noches con ejes claros,
partida, material, únicamente
voz, únicamente
desnuda cada día
Fuego

Sobre tus pechos de corriente inmóvil,
sobre tus piernas de dureza y agua,
sobre la permanencia y el orgullo
de tu pelo desnudo,
Agua

quiero estar, amor mío, ya tiradas las lágrimas
al ronco cesto donde se acumulan,
quiero estar, amor mío solo con una sílaba
de plata destrozada, solo con una punta
de tu pecho de nieve
Pareja

Por eso eres sin fin, recógeme como si fueras
toda solemnidad, toda nocturna
como una zona, hasta que te confundas
con las líneas del tiempo.
Mar

Avanza en la dulzura,
ven a mi lado hasta que las digitales
hojas de los violines
hayan callado, hasta que los musgos
arraiguen en el trueno, hasta que del latido
de mano y mano bajen las raíces.
Llave

Era la negra, negra soledad de las islas,
Y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.
Mala

¡Ah, mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
El más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.


Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Noche

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Cafe

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Otoño

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Adios

Dos amantes dichosos hacen un solo pan,
una sola gota de luna en la hierba,
dejan andando dos sombras que se reúnen,
dejan un solo sol vacío en una cama.
Pareja 2

De todas las verdades escogieron el día:
no se ataron con hilos sino con un aroma,
y no despedazaron la paz ni las palabras.
La dicha es una torre transparente.
Colgante

El aire, el vino van con los dos amantes,
la noche les regala sus pétalos dichosos,
tienen derecho a todos los claveles.
Vino

Dos amantes dichosos no tienen fin ni muerte,
nacen y mueren muchas veces mientras viven,
tienen la eternidad de la naturaleza.

Baile

29 de febrero de 2012

Nacionalismo bizarro

No puedo evitar escribir una entrada a vuelapluma un 29 de febrero, el “ante diem bis sextum kalendas martias”, ya que es un acontecimiento regulado cada 4 años, pero no por ello menos excepcional. Para excepcional, el 29 de febrero de 2000, acontecimiento que sólo se repite cada 400 años, y día en el que vi por primera vez "American beauty" (gratis, por cierto). Quizá es por eso que cada vez que pienso en algo "excepcional" mi cabeza lo asocia al 29 de febrero y a esa película.



Pero, quizá por donde vivo y de donde me siento, la fecha que precede al 29 sea más conocida, el 28 de febrero, día de Andalucía. Me gusta que se celebren este tipo de fiestas, pero no me agrada que se politicen, añadiendo además tintes de odios viscerales frente a otras regiones. Tan absurdo es reclamar como propio un pasado épico sin apenas relación genética, con civilizaciones tartésicas, fenicias, griegas, árabes, etc, por parte de los habitantes actuales de Andalucía, como pretender realizar agravios comparativos respecto a los emigrantes a otras regiones. Todo el mundo sabe que adalides de, por ejemplo, Cataluña, descienden de andaluces: Serrat, Buenafuente, Carme Chacón, etc. E iguamente, personajes internacionales como Jean Reno, John Galiano, Albert Hammond o Rita Hayworth descienden de andaluces.



Es más, según el mapa de mi (a veces) amiga Mar, a Andalucía le corresponde el lugar del desértico Dorne de 'Juego de Tronos', lugar de príncipes conquistados, malogrados para anexionarse al imperio.
Recuperando el significado original de 'bizarro', creo que es bueno sentirse orgulloso de tu propia tierra, donde te has criado, donde has vivido y compartido. Pero veo más importante reivindicar el lugar donde te sientes a gusto, donde creces personalmente, donde te encuentras feliz, lugar que no tiene por qué ser el mismo que donde naciste. Me parece tan elitista e ignorante juzgarte por tu lugar de nacimiento como por tu color, raza o forma de hablar.
Las redes sociales en Andalucía
Nos encantan las etiquetas, y si es para reírnos de nuestros vecinos más aún. Catalanes tacaños, aragoneses cabezotas, vascos brutos, Madrileños chulos, gallegos pasivos, andaluces vagos... Gilipolleces típicas de la clase de ignorancia que se cura viajando, evitando coger la parte por el todo. Hay de todo en todas partes.

En cualquier caso, como dice Loquillo, todas las banderas son para quemar, todas realizan una separación, un "nosotros y vosotros" irreal y absurdo. Seamos inteligentes, hamijos, y rechacemos separaciones absurdas entre nosotros.

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.

Miguel Hernández - Vientos del pueblo me llevan

14 de febrero de 2012

Dios los cría

El 14 de febrero está reconocido mundialmente como el día de los enamorados. Un día en el que se supone que le tienes que demostrar el amor a tu pareja (o no) de alguna forma simbólica (o no).



La historia de San Valentín es de casi todos conocida. En la Wikipedia podeis encontrar el mito de este santo que vivió en el siglo III y que, según la leyenda más popular, casaba soldados que lo tenían prohibido a escondidas del imperio romano, y, tras muchas vicisitudes, murió por ello entre terribles sufrimientos a manos del emperador Claudio II por la ola anticristiana tan de moda por aquél entonces.



El caso es que la festividad de San Valentín, basada en mito o realidad, hoy en día es una de las muchas fiestas importadas del otro lado del Atlántico, en el que en los institutos, según nos cuentan las series norteamericanas, se coleccionan postales y la popularidad de los pobres chavales se basa en el número recibido de ellas. Para estos casos, recomiendo la festividad del 12 de julio (o el 18 de diciembre, según países)



Ya hablé de esto hace tiempo, y me sigue pareciendo insuficiente. Sesudos estudios psicológicos avalan definiciones del amor, datos empíricos solucionan las condiciones necesarias para encontrar el amor verdadero (no confundir con el definitivo). Hasta los matemáticos tienen una recta polar y una ecuación para ello.

La curva generada por la ecuación polar ρ=a(1+cos θ)



La recta equivalente a la ecuación (x²+y²-1)³ = x²y³  

En mi opinión, y aunque suene a tópico, se ha de enamorar a tu pareja cada día. Normalmente me tachan de moñas por decir cosas como estas en voz alta, probablemente con razón, pero no veo qué tiene de malo reconocer que el amor es un edificio se construye día a día, que debe tener cimientos bien afianzados. Quizá las desilusiones propias de no ser correspondido deberían conseguir que tirara la toalla y gritara “¡Abajo el amor!”, o que hiciera caso a mi abuelita con aquello que me decía cuando era pequeño, “El amor es una mierda”.


Simples detalles sin importancia. Sigamos con los tópicos. Si hay que celebrar San Valentín, que se celebre todo el año. Si hay que regalar algo que simbolice lo que se siente por otra persona, no soy de los de regalar en una fecha señalada, ni mucho menos algo caro.

Prefiero regalar tiempo, consejos, abrazos, atención, caricias, conversación, interés, besos, cariño, comprensión… O sonrisas, anocheceres, una canción, un cigarro compartido (o un canuto, quien fume), echar una mano, ver una peli, hacer unas risas, compartir una alegría… O, si nos ponemos materiales, un libro que me ha gustado, una flor especial, un poco de chocolate, una cena casera, cambiar una bombilla o incluso ponerle pilas al mando.


Hasta podemos mezclar todos los anteriores, aplicarlo diariamente y entonces, sólo entonces, sabríamos lo que es vivir un San Valentín diario, aplicarlo incluso si no te sientes correspondido. Porque, al final, la correspondencia es lo de menos, lo importante es lo que uno sienta y lo que te salga espontáneamente sin miedo a las consecuencias. Decía Gregorio Marañón: “El enamoramiento es un estado de imbecilidad transitoria. El amor es superar ese estado juntos


Cuando tenía 18 años y era un anciano de 70 que lo sabía todo, escuchaba música clásica y veía ciclos de Truffaut y nouvelle vage, San Valentín me parecía la fiesta del cinismo. Ahora que tengo el doble, soy un adolescente que cada día sabe menos de nada, escucha a OK GO! y disfruta como un enano con Guy Ritchie, me lo sigue pareciendo. Hay cosas, como caramelizar lo que ya es dulce, que realmente no son necesarias.

Así que no me hagáis mucho caso si digo que le den a San Valentín y a su día del amor, que el amor no es estar enamorado, que estar enamorado no es hacer regalos chorras, que regalar no hace que te quieran más, que te quieran es un acto de voluntad, que amar a quien te ama es el sentido de todo esto, lo que nos diferencia de las amebas, y que decir “te quiero” son sólo palabras, fáciles de decir, difíciles de hacer creer.


En algún remoto lugar de internet, alguien sonreirá y vomitará un arcoíris. Al fin y al cabo, 14-02-12=0

Lo siento por ti :)