23 de octubre de 2011

La leyenda del sarcástico burlador


Han pasado catorce años. Esta mañana otoñal ha venido a mí sin pensar en ello, despertado bruscamente por las imágenes que describí con palabras hace tantos años y que aún siguen retumbando en mi cabeza. Oculto entre archivos y carpetas, ahí estaba este breve relato, prólogo de otros recopilados en un libro que no leyó nadie. 

Noviembre de 1997

Y entre la oscuridad penumbrosa de un sucio callejón, la figura avanza hacia la dudosa luz hasta detenerse. Entre las sombras se distingue su sonrisa con un toque de maldad, unos ojos con la chispa de la locura brillando en ellos. ¿Angel o demonio? Da igual. Él está por encima del bien y del mal. La raída gabardina cubre su cuerpo y sirve de alojamiento a la forma de sus manos. Su voz rompe el silencio. Es profunda pero alegre.

- ¿Queréis que os hable de ella? ¡Cómo describir con palabras a la flor prometida, al cantar de los cantares, a la más bonita de las criaturas de este mundo!

Su carcajada demente detiene su monólogo, pero pronto se interrumpe y continua hablando con su sonrisa permanente. Su voz refleja la pasión menos contenida, la ilusión menos desesperanzada.

- Os contaré que una vez fue mía, y os aseguro que ese día toqué el cielo. Desde entonces la busco entre sueños irreales como este. Sé que está allá afuera, en alguna parte, y algún día la encontraré. Mientras tanto, esta es mi historia, para quien la quiera escuchar.

Tras un giro brusco de cabeza, que agita la niebla, vuelve a mirar con ansiedad a un público que se esconde entre las sombras.

- ¿No la oís allá lejos? Su voz es el terciopelo que forra las habitaciones de los dioses, su piel el vestido que luce el Amor cuando se une a la Pasión. Pero oídme antes de partir: nunca se está tan lejos de ella como cuando se está a las puertas de su encuentro.

Comienza a caminar con rapidez. Sus pasos se pierden hacia el final de la calle. No deja rastro
tras él. Sólo el recuerdo de la locura de amor, la cara demente entrevista entre las sombras, las faldas de la gabardina ondeando y las nubes de niebla cerrándose tras su paso. Buscará en este mundo estéril, pero esta vez tampoco la encontrará. Ese es su destino, vagar entre las distintas caras de la realidad, por toda la vida, por toda la eternidad. Ella está en todos los mundos, en todas las realidades. Tan cerca, tan lejos, que sólo él la puede seguir.

Dejadle partir. Quizá otra vez vuelva a esta realidad a traernos desorden e inestabilidad con su pasión, con su amor. Mientras tanto, recordemos su presencia como faro en la duda, en el desasosiego, en la incertidumbre....


Catorce años después veo que sigo igual, enamorándome hasta el tuétano, apasionándome hasta la locura. Quizá debería empezar a madurar, lo que viene a ser aprender a limitar emociones, encapsular gestos, robotizar las reacciones. No actuar 
lobotomizado emocionalmente, hoy en día, puede ser un deporte arriesgado.

Pero hoy no voy a madurar. Y mañana, seguramente, tampoco. El proceso de desaprendizaje sigue su curso, cometiendo errores nuevos en las mismas situaciones, sintiéndome igual de querido y rechazado, a partes iguales.

Déjame decirte algo: tú también tienes derecho a que te quieran, a que te mimen y te cuiden, a que te digan cosas bonitas al oído y te abracen por las noches, a dormirte con un beso y despertar con una sonrisa, a que te acaricien cuando estás mal y se rían contigo cuando estás bien, a que te muerdan cuando necesitas sentir un escalofrío y te achuchen cuando tengas frío, a que hagan contigo lo que la primavera le hace a los cerezos. Derecho a todo, pero sólo si sientes el deber de quererlo.

....Pero cuantos más años cumplo creo que menos sé de nada. Y menos quiero saber.

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