30 de abril de 2011

¡AAUU!


Prefiero recordarle así, como el gran artista que fue, con el disco más vendido de la historia, el multiinstrumentista, el compositor de éxitos imperecederos, el activista de las causas por los más necesitados (USA for África, con el apelotante We are the world compuesto con Lionel Ritchie, además de los 300 millones de dólares que destinó a causas benéficas).


Otros lo harán mejor que yo. Otros lo dirán mucho mejor. Algunos incluso habrán sido fans de toda la vida. La verdad es que yo nunca lo fui. Nunca me gustó demasiado. Lo siento, me daba grima.


Ni su estética hiper hortera (calcetos blancos para ver a Reagan, no sé cómo no le mandó a Nicaragua, por favor...), ni lo blandito, ni su máscara, ni su guante de brillantes (que se ponía por una quemadura que sufrió rodando un anuncio de Pepsi), ni Neverland, ni los bailecitos, ni los grititos, ni el moonwalk, ni que fuera novio de Brooke Shields, mi fantasía infantil.


Creo que ese último puede ser el motivo de que no le aguantara.


Pero, no cabe duda, era una gran artista, quizá el más grande del fin de siglo XX, recogiendo el testigo de Elvis (y a su hija, de paso) para convertirse en la caricatura de lo que fue: de rey niño del funky, al niño rey del pop.



Cork, Irlanda, 1988. Un adolescente apolladao andaba cruzando la calle mirando a la derecha cuando un bocinazo hizo que saltara. Por la izquierda ("Idiota, que estás en Irlanda, se circula por la izquierda") frenó una limusina negra e hizo que el adolescente se quedara cuajado. Andaba la ciudad revuelta porque MJ actuaba al día siguiente con su gira BAD. La limusina se fue y el adolescente se hizo una foto acto seguido con un cartel a tamaño real del artista. La debo tener en algún sitio...


Hace pocos años, coincidí con un pseudo artistilla integrante de la pandilla basurilla en un concurso ridículo de talentos musicales, en una lamentable discoteca de un cutre pueblo de la periferia de Madrid. La emisora le invitaba a las copas, así que se animó a contarme que a principios de los setenta, en su fugaz apogeo, los de la compañía radiofónica en la que trabajaba le pidieron que se encargara del hermano pequeño de un grupo de hermanos negros que estaban de visita en España. Los mayores querían ir a un tablao, conocer la noche madrileña, la spanish fiesta, así que el pequeño Mikey se quedó en casa de este pseudo artista. Cenó unos macarones con tomate y un vaso de leche.


Me pasa un poco como con los Beatles (por cierto, MJ compró los derechos de sus canciones poco después de grabar con Paul McArtney el "Say, say, say", otro tremendo éxito, motivo por el cual se dejaron de hablar para siempre). Como decía, me pasa un poco como con los Beatles: son geniales, son incombustibles, son la bomba, pero soy más Rolling. Ahora bien, me encantan casi todas las versiones actualizadas de los Beatles, incluso esta de MJ.


El negro que quiso ser blanco, al que no le gustaba su nariz ni su pelo afro, que no tuvo niñez y la quiso recuperar de adulto, que fue transportado de la cruda realidad de un padre cruel a la fantasía de un mundo de sueños, que supo reírse de sí mismo en MIB y ayudar a Bart Simpson a felicitar a Lisa, el artista salido del arroyo que controlaba al milímetro su mundo real y se dejó llevar por el de la fantasía.


Pero, ¿cuál es el origen del famoso bailecito y esa estética que ahora nos resulta tan ochentera (y hortera)? Impresionante documento de la película de 1974 "El Principito". Atentos a la estética, los zapatos, el sombrero y los pies.



Bob Fosse fue un bailarín, coreógrafo, actor y director de cine, maestro de maestros en la época dorada del musical en Holywood. Suyas son coreografías que triunfaron en Broadway, y sobre todo es conocido por batir al mismísimo "El padrino" de Coppola en 1972, al ganar el Oscar al mejor director por "Cabaret". También es suya la excesiva y maravillosa "All that jazz" de 1979, probablemente una autobiografía de su vida, y también una premonición de su fin, sólo 8 años después.


La pregunta es obligada. ¿Debemos también atribuirle a Bob Fosse el mérito de ser la inspiración final (no olvidemos a Fred Astaire y al resto de bailarines negros en los que se basó) de los bailes y/o la estética del inimitable MJ?


Seguramente sí, no tiene nada de malo imitar y hacer propio el estilo de los demás. Creo que eso no le hizo ni mejor ni peor a MJ. Más bien, le hizo único, como a todos sus antecesores.

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