12 de noviembre de 2010

El culto de Baltar


Battlestar Galactica es una serie que al principio me costó bastante seguir. Lo que ahora se llama una serie "de personajes" ambientada en el espacio tras una hecatombe que destruye a la práctica totalidad de la raza humana, en la que los supervivientes buscan un planeta llamado Tierra donde está su hogar.

Tras dos primeras temporadas en las que me costó seguirle el rollo, por fin llegué a la tercera donde todo cambia, o, al menos, empecé a entender la serie. Las imágenes de cámara al hombro en el espacio, los primerísimos planos a los protagonistas, las muertes sucesivas de principales y secundarios, el espíritu altamente militarizado (dictatorial diría) de una generación contra la obediencia insumisa de otra, la eterna lucha, los buenos que hacen maldades con la ley en la mano, los malos que actúan por bondad hacia Dios...

La música es un punto y aparte en esta serie: original, completa y armónica con el espíritu de la serie, quizá en conjunto tiene piezas repetitivas (el TI-TI-TI-TI del principio de cada capítulo es insufrible) pero también grandes aciertos. La versión de "All along the watchtower" es absolutamente magistral, acojonante diría yo, a la altura de el cambio de tono radical que efectuó Jimi Hendrix con la original de Bob Dylan hace cuarenta años.

El inquietante Romo Lampkin (Mark Sheppard) me fascinó desde su primera aparición al final de la tercera temporada: un abogado luciendo unas gafas de sol innecesarias (sólo por chulería), cuidando un gato al que odia, pidiendo defender al responsable de la extinción de la humanidad sólo por aburrimiento. Lamentablemente es un personaje que quedó por desarrollar en el resto de la serie, aún con un capítulo en la cuarta casi dedicado a él, a su cinismo, a su aplastante capacidad de convicción, e incluso capaz de transformarse de abogado de vuelta de todo a hombre de acción con principios. Lo disfruté como un enano, y de verdad que lo sentí por su gato.

Pero de entre todos los personajes me quedo sin duda con Gaius Baltar, el genio científico ególatra, vicioso, apático, ataráxico y terriblemente arribista, que con su exagerado acento británico y dejándose llevar por el plan de Dios, sin control sobre lo que Él tiene reservado, engatusa a las masas y seduce a las mujeres casi sin pensarlo, sin dejar de ser nunca un patético hombrecillo con aires de grandeza. Tras hacer de amigo gay de Bridget Jones, James Callis está en el papel de su vida en sucesivas bajadas a los infiernos de los odiados y ascensos al cielo de los elegidos, con significativos cambios físicos a lo largo de las cuatro temporadas de la serie.

Os dejo la música de "El culto a Baltar", cachondísima escena de la cuarta temporada (que no pongo por no destripar un punto crucial de la serie), y una muestra de lo que la música en una serie "del espacio" atípica puede dar de sí. Dale al play y sigue navegando en otra página. Sólo déjate llevar.



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