Hace casi 11 años, andaba asqueado en la universidad, buscando soluciones al impass en el que me encontraba. Sabía lo que quería pero no sabía cómo llegar. Mientras tanto, me agarraba a lo que podía. Por ejemplo, a una incipiente revista on line, editada en ese invento que estaba revolucionando la sociedad y del que apenas nadie entendía nada: Internet.
Hacerme amigo del catedrático que la dirigía, antiguo profesor mío, que elogiaba y corregía los cuentos que le enviaba, tampoco solucionaba nada, pero me hacía sentir mucho mejor. Es algo que nunca supe agradecerle lo suficiente y que sólo la perspectiva de los años ha hecho que me diera cuenta. Creo que fue gracias a él por lo que empecé a darme cuenta de la endogamia universitaria y el consecuente asco que le cogí al poder monolítico establecido.
Aunque aunar vocación con obligación era bastante complicado, y me guiaba más por el impulso de escribir que por el oficio. No creo que fuera lo suficientemente disciplinado para volcarme en la ficción, pero tenía menos tiempo aún para la no ficción. Por eso, de no sé cuántos cuentos publicados, sólo publiqué dos artículos, lo cual dice bastante poco de mi supuesta vocación.
Que muere gente todos los días es algo que todos sabemos y estamos acostumbrados. A veces, muere alguien a quien nunca hemos conocido, pero del que admiramos su obra. Normalmente suele pasar con actores, escritores, e incluso políticos. El 14 de octubre ha fallecido uno de las personas que me parecen más admirables del siglo XX, aunque no creo que pase a la Historia en el lugar que se merece.
Benoit Mandelbrot fue un matemático de origen polaco, nacionalizado francés, que exploró los confines de la geometría matemática en Estados Unidos. Fue el inventor de la matemática fractal en los años 70, continuando los estudios aislados de otros colegas del siglo XX. Lo que en su momento supuso un capricho matemático, en la actualidad es un argumento imprescindible en cualquier estudio puntero con aplicaciones prácticas, desde la termodinámica hasta la economía, pasando por la arquitectura o la medicina.
El primer artículo que publiqué en mi vida fue sobre fractales, y entonces descubrí lo importante de los estudios de Mandelbrot. Me fascinaron las curvas del conjunto que lleva su nombre, la similitud con el símbolo milenario de Buda, del infinito, su capacidad de auto-réplica, la inimaginable belleza de las gráficas al aplicar color a las iteraciones, la similitud con la serie de Fibonacci, con la proporción áurea, con el número phi. De repente, todo estaba relacionado, todo podía tener sentido. Un mundo nuevo no académico se abría ante mí y me mostraba todo su esplendor.
Supongo que sería este suceso, unido a otros muchos más (muchísimos más), los que me llevarían a tomar la decisión hace diez años de atar todos los cabos sueltos que pudiera y cambiar de vida, a dejar atrás lo que sabía que no quería y tomar decisiones, acertadas o no pero mías, sin miedo a las consecuencias.
PD: aunque sea tarde, gracias Julio
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