6 de marzo de 2011

Indolencia

Animado por una nueva hamija, recupero esta entrada un poco antigüilla, pero de candente actualidad


No es lo mismo que pasividad, ni lo mismo que indiferencia. Es indolencia, o la aparente falta de reacción ante estímulos externos.


Por poner unos ejemplos:
  • Llega uno tan contento porque tiene una buena noticia y, siguiendo aquél dicho húngaro de "una alegría compartida es doble alegría, una pena compartida es media pena", va a contárselo a quien uno aprecia y valora. Y la respuesta es: "hum"
  • O bien, recibe uno la noticia de que ha encontrado el trabajo que buscaba y que así puede sacarse el carnet de conducir, y la respuesta es un tremendo reproche por no haberlo hecho antes
  • O bien, habla uno con su socio porque ha cobrado, tiene un cliente nuevo, o un trabajo que puede ser oneroso, y la respuesta es: "quillo te dejo que tengo que ir a cantar".
  • O bien, en un arranque de romanticismo exacerbado que uno no acostumbra a tener (al menos constantemente) se dice algo así como "me alegro de hablar contigo, me ha hecho mucha ilusión que me llames", y la respuesta es: "valeeeee, mañana hablamos".

  • O bien, se consiguen unas disputadas entradas para un evento, espectáculo, concierto u ópera, se ofrecen a las personas que más predispuestas estarían a asistir, y la respuesta general es: "eskehekedao" (eso sí, a los conciertos con invitación o pagando, esos se llenan: alucinante)
  • O terminas la carrera que te ha costado sangre, sudor y lágrimas, lees el TFC tras tres años preparándolo, y lo más agradable que te dicen es "ahora a buscar trabajo" (llevo tres años trabajando, imbécil)
  • O, por qué no decirlo, llevas años levantando un proyecto empresarial en medio de la crisis más jodida de los últimos 80 años, sin pedirle nada a nadie, buscándote la vida, cumpliendo varios sueños de décadas, cuando alguien cercano a ti te pregunta: "¿pero tú en qué trabajas? Búscate un empleo en el que cobres cada mes".
Con lo cual, para tratar de entender esta actitud indolente tan extendida últimamente, me quedan dos opciones: o todo el mundo se ha hecho budista extremo o ha abrazado la filosofía zen y ni siente ni padece, o bien es que se tiene miedo a exteriorizar las emociones, sobre todo las positivas.


Y yo me pregunto, ¿por qué cojones nos hemos vuelto tan políticamente correctos, tan imperturbables, tan jodidamente indolentes? ¿Por qué tenemos tanto miedo a exteriorizar emociones positivas? (mira qué bien que se muestran  las negativas a través de la mala baba) ¿Por qué la vehemencia a la hora de mostrar emociones por las buenas noticias ajenas parece haberse convertido en un síntoma de debilidad hacia uno mismo, con tanto miedo a sentirse juzgado por sentir alegría?



De verdad que no lo entiendo. Me viene cualquier amigo o pareja con alguna historia, por pequeña que sea, a contármela, y lo mínimo que hago es dar la enhorabuena, y/o felicitar por lo bien que lo ha hecho, y/o valorar las virtudes de conseguir algo que parecía improbable, no digamos si era imposible que lo consiguiera. Aunque claro, este es el típico acto del que todo el mundo se queja de "los demás", pero pocos se atreven a hacer balance del comportamiento propio. Aunque bien que gusta que se impliquen en los asuntos propios... O no, ya no sé qué pensar.


Por algo será que algunos nos quejamos porque parece que "los demás" ya no tienen sangre en las venas, que nos miran raro cuando decimos en voz alta que parece que la deshumanización de las personas en forma de ausencia de emociones viene de la mano de la sociedad acelerada. Pero me parece que el nivel de indolencia ha llegado a unos límites en los que ya ni merece la pena decirlo. Y si se exterioriza parece que eres un quejica.


Queda una tercera opción, que me asusta sólo de pensarla: cada vez más, nos la suda lo que les pase a los demás, sea bueno o malo. Vivimos enterrados cada vez más en nuestro propio egoísmo, en nuestras propias preocupaciones, que trabajo, dinero, hipoteca, estudios, etc nos carcomen por dentro nuestra empatía, nuestras emociones.


Lo peor es que vemos injusticias constantemente a nuestro alrededor, momentos y situaciones en los que, a quien le hierve la sangre, no puede evitar reaccionar, responder, actuar. Pero no, parece que lo más cómodo es mirar hacia otro lado, hacer como que no pasa nada o usar el manido "passsso del tema", como si la lealtad fuera un artículo de lujo, metiendo en el mismo saco a atacante y atacado, no vaya a ser que nos salpique o nos confundan con alguno de ellos. Por si acaso, escondo la cabeza, que no va conmigo.



Para tratar de evitar que este mal llamado indolencia se extienda y nos terminemos de deshumanizar, me gustaría lanzar un mensaje, no de paz como Coca-Cola, sino de empatía sin esperar recibir nada a cambio.


Propongo desde aquí que todos demos más palmaditas en la espalda a "los demás" cuando nos cuenten algo positivo, algo que les beneficie a ellos solamente, algo de lo que no saquemos tajada o nos beneficie a nosotros, sólo a ellos. Y si de paso, las palmaditas vienen acompañadas de felicitaciones, valoraciones, o simplemente una sonrisa y una palabra de apoyo, mejor que mejor. Pensad que si sois confidentes de una alegría de alguien, siempre es porque para ese alguien sois importantes o alimenta su propia alegría con la vuestra.


Y es que siempre sienta bien un reconocimiento, por pequeño que sea, aunque sea un breve "me alegro por ti, estoy orgulloso, tú puedes" o alguna frase hecha semejante, para levantar ánimos y moral, y tener un acicate más a los que uno mismo ha de plantearse diariamente para no mandar a la mierda todo y empezar con otra cosa.


Así que, desde este pequeño rinconcito de internet, daros por animados, palmeados, abrazados y felicitados por lo que coño sea que esteis haciendo para mejorar vuestra vida, ser más felices o, qué coño, ganar más pasta y sentiros más realizados con vosotros mismos. El simple hecho de que movais el culo para mejorar en vez de ir tirando tiene mucho más mérito que cualquiera de los éxitos que consigáis, y siempre tendrá mucho más valor que quedarse quieto quejándose de el asco que da todo alrededor y la mierda de vida que tenemos.


Y es por ello, mis queridos y escasos lectores, que estoy tremendamente orgulloso de vosotros :) ¡Luchemos contra la indolencia!



Es que si no, veo que, en no mucho tiempo, nos vamos a convertir todos en seres indolentes, sin más preocupaciones que nosotros mismos y nuestras jodidas miserias, sin empatía, cual romulanos que saludan separando los dedos medio y anular, sólo que sin fingir que nos importa nada que no nos beneficie.


Porque la triste verdad será esa, que no nos importa.

2 comentarios:

Mauro dijo...

Muy buena entrada DeZeta te felicito por ello.

Me he dado cuenta mientras leía estas lineas que igual existe otra opción amigo.

EGOÍSMO y CELOS: Estamos en la era del capitalismo, consumismo,egoísmo, competición etc.... Nos invaden en la tv , en la prensa, en Internet etc con "Se el mejor, el más rico, el más exitoso etc..." .

Por ello cuando alguien consigue algo nacen los celos, la gente para auto consolarse dice "No es para tanto" menos preciando el esfuerzo a la vez que dejándote solo en su alegría. Porque no aceptan que ellos no lo hayan intentado y tu si lo hayas conseguido.

Por otro lado cuando fracasa, te escuchan ya ven que sus desgracias no son tan grandes comparadas con las tuyas.

En resumen aunque te lo haya puesto en tercera persona la verdad es que SOMOS UNOS CABRONES.

DeZeta dijo...

Estoy contigo Mauro, no lo había visto por ahí. Será que tiendo a pensar bien de los demás (y así me va).

Y es que el pecado capital de este país es la ENVIDIA, la puta envidia que hace que no valoremos diamantes en bruto que tenemos como Paco de Lucía, Julio Iglesias, etc, buscando siempre el morbo más que sus méritos.

La entrada, como sabes, está rescatada, pero veo que sigue encendiendo conciencias. Así que date por abrazado y palmeado, que seguro que sea lo que sea lo que estés haciendo, lo estás haciendo estupendamente (incluso comer naranjas bajo la ducha)