12 de septiembre de 2010

La industria discográfica


Leo en El País que se ha publicado un libro llamado "Apetite for self-destruction" de un tal Steve Knopper. La anécdota de referencia al artículo es bastante sabrosa, y seguramente no del dominio público.

El 15 de julio de 2000 (camiseta para quien recuerde qué estaba haciendo en esa fecha) en Sun Valley (Idaho) tuvo lugar una reunión que cambió el curso de la Historia. En ella, directivos de Napster se reunían con altos ejecutivos de discográficas para definir el curso que tomaría la revolucionaria fórmula de intercambio de archivos musicales por internet.

Todos vivimos los resultados de aquella reunión: las discográficas siguieron (y siguen) vendiendo en soporte físico, Napster desapareció y la SGAE se aprovechó de la circunstancia, deteniendo a malvados manteros y cobrando a todo aquél que tarareara una canción de Víctor Manuel.

La otra cara de la moneda fue que empresas que no eran del sector aprovecharon la fórmula propuesta por Napster y cobraron por las descargas de canciones cuyos derechos previamente ellos ya habían pagado. El iTunes de Apple fue el gran beneficiado de la desgracia de Napster (coincidiendo con el regreso de Steve Jobs en las mismas fechas a la empresa que fundó).

El diseño impuesto por las discográficas en la música que sonaba en aquellas fechas (Take That, NKOTB, Morcheeba o los incombustibles Aerosmith) se conjugaba con la falacia consentida de que un CD era más caro de producir que un vinilo, demostrada por la desaparición de los singles por su alto precio y el aumento de las canciones de relleno en los discos completos.

Asistir el año siguiente a la convención anual de una de estas discográficas terminó de convencerme de que la industria se sotenía sobre una mentira, que la presunta autenticidad de incipientes grupos españoles castizos (Estopa, El canto del loco, Extremoduro, Las niñas, Pastora Soler, etc) era también mentira, parte de un juego en el que los consumidores intervienen activamente sin conocer las reglas.

Pocos discos he comprado desde entonces, la mayoría originales porque, qué pasa, lo que me gusta lo quiero original. Eso sí, mi límite está en 6 euros, más que suficiente para pagar los gastos de producción, distribución y derechos de autor al autor.

Y eso lo hago porque soy idiota y no me decido. Debería dejarme 45 euros en el Chinese Democracy de Guns'N'Roses, edición limitada, con libreto y fotos exclusivas. O bien, bajarlo de la mula. O bien del torrent. O bien, comprar la edición normal, a unos viables 18 euros.

Lo que pasa es que a mí Axl nunca me cayó demasiado bien, me parecía más majete Slash, y eso que es un gañán. Aunque lo mismo me pasa con Oasis, odio a Epi y Blas Gallagher y me sigue fascinando Whatever. O Búnbury. O los Rolling.

Vamos, que lo he decidido, que no voy a comprar el disco de los Gunrous, esperaré unos años hasta que lo encuentre de saldo en un VIPS. ¡Jódete Axl!


Baladronadas


  • ¿Por qué los ejecutivos de las discográficas son menos visionarios que la de los coches o los bancos, por ejemplo? ¿Por qué dejaron escapar la oportunidad de renovar el negocio de forma revolucionaria, cuando estaba claro que el futuro (cierto o incierto) estaba en internet?
  • ¿Porqué Napster cotizaba en bolsa si no vendía nada? ¿Tanto ganaban con los banners en el programita? ¿Por las barras de herramientas con troyanos y gusanos añadidas en la instalación? ¿Pero no hacían lo mismo las primeras versiones del Edonkey y Emule y nunca han cotizado (que yo sepa)? ¿Qué pasó con Audiogalaxy? ¿Y con Kazaa? ¿Cómo funciona el P2P?
  • ¿Cuánto pagaron a la FOX los ilustrados ejecutivos discográficos para que dedicaran un capítulo entero de Futurama a esta cuestión (3x15 Salí con una robot)? ¿Hicieron lo mismo los ejecutivos de la floreciente industria de zeppelines ante la aparición de los reactores?
  • ¿Por qué la fórmula creada por Napster, pagar 15$ al mes por descargar canciones, no les funcionó a ellos y sí a Apple? ¿Por qué Apple triunfó con ese modelo de negocio cuando además necesitas un hardware añadido (iPod) que al final sale más caro?
  • ¿Qué pasó con los 36 millones de dólares que Napster pagó a las discográficas un año después de su reunión? ¿Cómo se les pudo ir la pinza en estado usurero de esa forma a los Metallica cuando años antes pedían Justice for all? ¿Cómo podía estar el disco de Estopa Allenrok en las mantas un mes antes de que estuviera en tiendas?
  • Y por fin, un clásico: ¿Por qué pago un canon por un DVD en el que voy a grabar las fotos y los vídeos de mi salvaje viaje a Chinchón con unos colegas? ¿Y por el disco duro donde arranca mi sistema operativo legal que venía con el ordenador? ¿Y por el pendrive donde llevo los words y excells en los que expongo mi situación financiera a los bancos? ¿Y por la tarjeta de la cámara digital con la que realizaré impagables fotos movidas, sobreexpuestas, oscuras y desenfocadas a mis cercanos allegados?

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