29 de junio de 2012

Japi

Supongo que a estas alturas de la vida de este blog es algo absurdo plantearse cierto tipo de cuestiones, como los motivos por los que lo tengo casi abandonado desde hace unos meses. Por un lado, sólo es una obligación autoimpuesta, como suelen ser estas cosas. Escribo porque quiero, porque me apetece, porque tengo algo que decir, pero, sobre todo, porque tengo ganas.

Y es cierto que no he tenido ganas, aunque sí motivos. También es cierto que mi ánimo no ha sido el mejor de los últimos años. Es lo que tiene apostar fuerte, perder y tener que asumir la pérdida: resulta ser más difícil de lo que parece.

Pero no creo que hordas de lectores asiduos reclamen la vuelta a mis estupideces habituales. Así que ya volverán las épocas de las risas

Hoy es un día especial por varios motivos. En estos instantes estoy en Granada con unos hamijos celebrando mi cumpleaños. La última vez que lo celebré fue en 2005, así que ya me merecía algo similar. Lo que tienen estos días... Es que no tienen nada. Un año más, una cifra distinta, un año menos que disfrutaré.

A veces he jugado a quitarme edad. Hasta los 25 aparenté más edad de la que tenía, lo cual me vino muy bien durante la adolescencia para entrar en las discotecas. A partir de ahí empecé a estancarme, con envejecimientos repentinos cada cierto tiempo, pero sin superar nunca el límite de la edad real.

Hace un tiempo me echaron cuarenta, aunque la infausta víctima de mi decepción recibió la peor de mis caras fulminadoras, con lo que me pidió disculpas enseguida. Más bien creo que su deseo era que tuviera cuarenta, para no sentirse tan vieja, supongo, o quizá tan culpable, porque enseguida me echó lo habitual, unos años menos de los que tengo realmente. Tengo que hacer la prueba de exagerar, quitarme cinco años o así, para ver cuál es la reacción.

En cualquier caso, hay una rutina que cumplo desde hace unos años. Nunca falta mi sesión de Simpathy for the devil por mi cumpleaños y el cabreo generalizado previo al mismo. Usé esta rutina hace unos meses, la noche que dejé de fumar, así que no sé si este año el hechizo de Sus Satánicas Majestades se realizará.

Bueno, y que no falte tampoco la tradicional felicitación generalizada el día antes o después. Aunque siempre lo agradezco: para dos o tres personas como mucho que se acuerdan de mi cumpleaños sin mirarlo en FaceBook (gracias mamá) sólo faltaría que se lo reprochara.

Es lo que tiene cumplir años en tan mala fecha, que siempre viene mal. Y lo mismo te pilla fuera y ni te enteras.

Lo bueno de estos días es que me permiten ejercer una de las muchas manías que me caracterizan: saber dónde, cómo y por qué estaba tal día. Y con los cumpleaños es perfecto recordarlo. Por ejemplo, sé que en 1988 estaba en Irlanda. En 1991 estaba en Lakeland, Inglaterra. Desde 1992 hasta que terminé la carrera, estudiando como una mona (esos años sí los tengo difusos). En 2003 corrí aterrorizado por la presencia de una salamanquesa que tenía más miedo que yo, en 2005 hice una entrevista de trabajo. En 2006 estaba en Granada, en 2007 en Estocolmo, en 2008 escuchando los gritos en la calle porque no sé qué selección ganó no sé qué eurocopa, en 2009 tomando mojitos en la playa, en 2011 fui al cine con mis sobrinos...

Este año he decidido hacer un punto y aparte: me lo voy a tomar con calma, celebrándolo con buena gente y con el máximo de risas posibles, basta ya de tanta amargura. Me alegro de estar menos perdido que el año pasado, de haberme aclarado con problemas que ya huelen a rancio y a tomar decisiones y llevarlas a cabo.

Es inevitable que haga balance cada seis meses, con el comienzo del año y con el comienzo de MI nuevo año. Quizá la visión positiva sea por darme cuenta que hay personas que cambian tu vida sin ser necesariamente ni amigos, ni compañeros, ni amantes, simplemente están ahí, y esa sea la visión que ha cambiado en sólo seis meses. Personas que pasan por tu vida como un catalizador, que revuelven tu interior, tu hipotético sentido común, que te obligan a tomar las riendas de tu propio destino, quizá, sólo quizá, con la vana esperanza de que algún día te consideren lo suficientemente dignos como para formar realmente parte de su vida, aunque luego no quede ni rastro en ella. Sólo son esperanzas estúpidas.

No es cuestión de ser prácticos y abandonar antes de que los daños sean mayores, sino de saber cuándo hay que retirarse, aceptar apartarte con la satisfacción de saber que has hecho lo humanamente posible (y un poquito más), antes de crear una frustración permanente. Ya me ha pasado antes.

Situémonos hace quince años. Veamos, me encontraba trabajando de becario en la universidad en la que cobraba cuarenta mil pesetas, hacía jornadas de 6 - 10 horas y formaba parte del equipo que mantenía la informática de la máquina burocrática universitaria (o sea, alimentando al monstruo). Había aprendido todos los secretos de esa nueva forma de vivir que era internet, era pionero en el uso del correo electrónico, protocolos IP e instalaba redes en pequeñas empresas para que compartieran su conexión para que los usuarios perdieran un poquito más el tiempo. Faltaba poco para que terminara una carrera en la que ya había dejado de creer, buscándome la vida con la informática, me rechinaban los aires y humos que mantenía el profesorado, cuando llevaba ya bastante tiempo descreyendo de lo que nos enseñaban, o hacían que nos enseñaban, que había de todo.



"Dentro de diez años, estaré empleado en una gran empresa, llevaré traje y corbata, conduciré un monovolumen 50 kilómetros desde el trabajo para llegar a una casa en la que me esperará mujer, niño y puede que perro, y por las noches tendré que meterme un par de lingotazos para conciliar el sueño por darle vueltas a cómo he sido tan idiota de meterme en este lío hipotecando mi vida con lo que se espera de mí"


La verdad es que llevo traje o corbata cuando me da la gana, conduzco mi batmovil, vivo donde quiero y no le rindo cuentas a nadie, en la universidad estudio lo que debería haber estudiado desde un principio (reboot laboral, y van tres) y me meto en los líos que me interesan. Eso, y que los lingotazos a veces vienen acompañados de compañías sanas, casi siempre. Es lo que tiene ser un idiota que no hace lo que se espera de él.


La verdad, creo que estoy mejor ahora. Mejor de lo que he estado nunca, aunque tenga más canas de las que debería.

Hoy toca escuchar a los Rolling, que Sus Satánicas Majestades iluminen este día, que será igual que cualquier otro. La diferencia es que hoy los sueños tienen más fuerza que nunca ya que sé que se pueden cumplir.

18 de junio de 2012

Esa clase de magia

De la película "Beautiful girls"


- ¿Recuerdas cómo es al principio, cuando te enamoras por primera vez? ¿Cuando no puedes comer, ni puedes dormir? ¿Cuando recibir una llamada de ella sirve para alegrarte el día como si hubieras visto una estrella fugaz?
- Es lo mejor.
- Sí, pero inevitablemente desaparece. La cosa se calma. Bien, ese es mi punto de vista, ¿sabes? ¿Por qué casarse ahora? ¿Por qué no disfrutar de dos o tres noches más, como las del principio, antes de que llegue el gran apagón?
- ¿El gran apagón? Es un modo horrible de decirlo.
- Ella llega mañana.
- Es obvio.
- Y eso no me hace sentir nada. Sólo una sensación de ambivalencia sobrecogedora. Pero antes preferiría odiar su llegada que sentir que no me importa una mierda. Te miro y pienso que es asombroso que allí fuera haya un tipo que hace toda clase de cosas contigo, que consigue hacerte feliz y pasar todas las noches contigo.
- Y prepararme martinis escuchando a Van Morrison.
- Oler tu piel.
- Después de un día en la playa.
- Sí, y leer los periódicos.
- Una mañana de domingo.
- Una mañana de domingo lluviosa y cubrir tu vientre de pequeños besos y... Lo siento.
- La cuestión es... que hay otro tipo ahí fuera que piensa lo mismo, con respecto a Tracey. Y está celoso de tí, porque tú vas a hacer esas cosas con ella.
- Déjame hacerte una pregunta, ¿puedes pensar en otra cosa mejor que hacer el amor con un atractivo desconocido en un lago helado con sólo una lámpara de aceite para iluminarte? ¿puedes pensar en algo mejor?
- En volver a Chicago, en martinis con hielo, en Van Morrison...
- Y en los periódicos del domingo.
- Tengo que irme, Willy.
- Eh... ¿Por qué presiento que no volveré a verte?
- Volverás a verme, Willy

...Y es que escuchar a Van Morrison mientras preparas un martini para ella, que te está esperando afuera tomando el sol, siempre es un placer